Anécdotas y frases polémicas que quedaron inmortalizadas en los recintos; contrastes con su actual perfil; fotos de aquellos años
Maia Jastreblansky
LA NACION LUNES 05 DE SEPTIEMBRE DE 2011 • 16:10
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Antes de plantearse conseguir la reelección presidencial; antes de ser "la Presidenta", antes de erigirse como primera dama. Antes de todo eso, Cristina Kirchner había ganado fama nacional como la "rebelde" del Congreso. Antimenemista, antidelaruista, lejos de perpetuarse como oficialista, fue una de las voces urticantes de la oposición.
La actual primera mandataria habitó los pasillos de ambas Cámaras, alternadamente, entre 1995 y 2007, hasta que recibió el bastón de mando de manos de su marido. Repartía sus días entre Buenos Aires y Santa Cruz: de martes a viernes dormía en Capital Federal y luego volaba a reencontrarse con Néstor Kirchner, por entonces gobernador de su provincia.
Su rival no era la prensa. Por el contrario, era una legisladora que recurría a los periodistas para que sus denuncias tuvieran repercusión mediática.
Durante más de una década, Cristina cultivó un perfil de mujer poco dócil, a la vez que dejó un archivo de frases célebres en los recintos. En el Senado, sus pares rumoreaban que "volvía locos a todos" al pedirles meticulosidad en la lectura de los proyectos.
Cristina Kirchner, en 1996, durante su férrea campaña contra el acuerdo con Chile. Foto: Archivo Cristina Kirchner, en 1996, durante su férrea campaña contra el acuerdo con Chile. Foto: Archivo Foto 1 de 10
Su carácter indomable le valió la expulsión del bloque del PJ. Es que su actitud desafiante y cuestionadora se reflejó en sus constantes oposiciones a las iniciativas promovidas desde el Ejecutivo menemista. Hoy, su partido espera contar con el riojano como aliado en el Congreso.
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Renunció a su banca a fines de 1997 para ocupar el primer lugar en la lista de diputados nacionales. Durante el gobierno de Fernando De la Rúa, fue protagonista junto a Elisa Carrió de la comisión de investigación de lavado de dinero, un trabajo que terminó con estas dos mujeres de carácter, peleadas. Cuando en 2001 volvió a ser electa como senadora, en la Cámara alta los legisladores comentaron el regreso "la recluta Fernández", apodo que se había ganado cuando se rebeló a la conducción del justicialismo en el Parlamento.
Sólo cuando su esposo ocupó el sillón de Rivadavia, Cristina Kirchner buscó bajar el perfil en el Congreso y pasó a ser observada más por su rol como primera dama que por sus polémicas. A continuación, algunos de los episodios que quedaron en el baúl de los recuerdos.
Los hielos, su bandera. Cuando ingresó al Senado, la "pingüina" convirtió a la defensa por hielos continentales en la mayor de sus banderas. En 1996, el Congreso trataba la ratificación del acuerdo Menem-Aylwin de 1991, que, al dividir la zona en litigio, cedía a Chile gran parte de los glaciares argentinos. Cristina les achacó a quienes avalaban el tratado que votaban por "obediencia debida" al Ejecutivo. Incluso, difundió 500 ejemplares de un informe "antiacuerdo" e hizo un acto desde El Chaltén, que fue transmitido en vivo por Canal 13. Finalmente, en noviembre del 1998, adhirió al consenso tras una serie de modificaciones.
"Usted debe renunciar". Una de las declaraciones que hizo sonrojar a los legisladores fue cuando le pidió al entonces ministro de Defensa Oscar Camilión, involucrado en la escandalosa venta de armamento al Ecuador, que dimitiera a su cargo. "Ministro, usted debe renunciar", le dijo durante una interpelación en el Senado. El funcionario, alterado, le replicó entonces: "Señora usted no tiene ni la edad ni la trayectoria como para realizar un pedido semejante".
Piedra en el zapato: privatizaciones y Consejo de la Magistratura. Cristina Kirchner también le trajo dolores de cabeza al gabinete de Carlos Menem al quebrar la mayoría oficialista: se opuso a varias de las privatizaciones que estaban en carpeta y a la Reforma del Consejo de la Magistratura. Cuando se trataron las privatizaciones, Cristina se levantó de su banca a la hora de votar. En el caso de la reforma, fue la única peronista que se resistió, por un fragmento del texto que le parecía incorrecto.
"No quiero convertirme en psicoanalista". Otra medida ante la que demostró su rebeldía, con declaraciones que trascendieron fuera del recinto, fue el pacto fiscal con las provincias. Por entonces, la senadora reclamó que su partido "no sea cínico", y lanzó: "Nos quieren transformar de militantes en terapeutas. Nos quieren hacer salir a decir a la gente que las cosas están bien, pero que en realidad están mal. Y yo no quiero convertirme en psicoanalista".
Expulsada del bloque. Las desobediencias de Cristina Kirchner colmaron la paciencia de sus compañeros del PJ. "Yo no soy la recluta Fernández para obedecer las órdenes de Augusto Alasino [titular del bloque]", fue la frase que inmortalizó. El vaso se colmó en mayo de 1997, cuando los legisladores decidieron apartarla de todas las comisiones que integraba. Cristina no se calló. "Esto es una actitud fascista y una represalia", advirtió en declaraciones que difundió la prensa. "¿Irme del PJ? Si no lo hice en la época de López Rega.", completó.
Polémica despedida del Senado. Meses después de que su bloque la apartara por indisciplina partidaria, Cristina abandonó su banca para pasar a Diputados. En su despedida, no perdonó a sus compañeros. "Es como oxigenarme, el Senado está desconectado de la realidad", declaró. Y en una entrevista con LA NACION fue más allá: "Sin Graciela [Fernández Meijide] ni yo, la Cámara se va a convertir en un trabajo administrativo de levantar manos". "¿Con quién nos vamos a pelear ahora?", se lamentaba por entonces un senador justicialista.
Filosos dardos contra Pierri. Cristina Kirchner debutó en Diputados con una polémica. La entonces flamante diputada lideró un grupo que buscó frustrar la reelección de Alberto Pierri como titular de la Cámara. "Pierri es el emblema del clientelismo político. Mi voto negativo no es sólo una actitud principista; es una acción concreta que refleja mi voluntad de colocar al frente de las instituciones políticas a dirigentes creíbles y prestigiosos. No creo que Pierri lo sea", manifestó por entonces. No obstante sus intentos no prosperaron y Pierri consiguió ser reelecto. Durante la jura, volvió a expresar su rechazo en el recinto a viva voz.
Sobornos en el Senado. Uno de los casos que también tuvo a Cristina Kirchner en primera plana fue cuando estalló el escándalo por los sobornos en el Senado. Cuando el Congreso aprobó una iniciativa que limitaba los fueros de legisladores, jueces y funcionarios como una forma de descomprimir el tema, Cristina Kirchner se abstuvo de votar y exclamó en el recinto: "Parece como si esta solución se hubiera gestado mediante un pacto de necesidad y urgencia, porque los legisladores sospechados continuarán en sus bancas votando leyes".
Pelea con Carrió. La actual Presidenta integró la Comisión Investigadora sobre ilícitos vinculados al lavado de dinero, presidida por Elisa Carrió. A pesar de que el grupo de legisladores trabajó arduamente en la elaboración de informes, hacia el final del proceso la relación entre las diputadas, hasta entonces estable, se quebró. Cristina consideró que su colega buscó hacer campaña electoral: calificó como un "acto de irresponsabilidad" el hecho de que Carrió diera a conocer un pre informe y acusó a la legisladora de haber hecho un uso "personal" de esa presentación.
Barrionuevo, campaña y huevazos. En 2001, Cristina Kirchner volvió a la Cámara alta. El marzo de 2003, poco antes de que su marido ganara la presidencia, en Catamarca se suspendieron los comicios provinciales, en una jornada que incluyó quema de urnas. Luis Barrionuevo había buscado presentarse como candidato pero había sido inhabilitado y sus seguidores provocaron violentos desmanes. El senador y sindicalista aseguró que habían querido proscribirlo. Por entonces, el Senado convocó al gastronómico y Cristina impulsó un pedido de expulsión. Días después, cuando viajó a Catamarca, fue recibida "a huevazos" por militantes. Algunos de los misiles le alcanzaron el pelo, pero ella finalizó su acto proselitista.
Los huevazos a Cristina en 2003 (Canal 7, 678)
http://www.lanacion.com.ar/1403365-cristina-legisladora-10-recuerdos-de-una-opositora-mediatica-y-rebelde
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Lunes, 10 de diciembre de 2007 | Hoy
EL PAIS
La legisladora que no quiso ser “la recluta Fernández”
Cristina Fernández de Kirchner edificó su carrera política desde el Congreso de la Nación, a donde llegó en 1995 como senadora. Sus peleas con el menemismo y sus cruces más recordados.
Por Eduardo Tagliaferro
Hoy ingresará en el Congreso por la puerta principal. Algo que viene realizando desde que su marido, Néstor Kirchner, asumió como presidente de los argentinos. Pero en esta ocasión no será acompañante sino el personaje central. Hace doce años que sus tacos y su voz recorren los pasillos, despachos, y recintos de ambas cámaras. Hablando de sí misma, Cristina Fernández de Kirchner suele repetir que fue conocida mucho antes que su esposo porque era una legisladora con amplia exposición pública. Daniel Scioli, Eduardo Menem, Augusto Alasino y Humberto Roggero fueron algunos de los legisladores que pueden dar fe de su belicosa oratoria. Hoy, 10 de diciembre, volverá a participar de una Asamblea Legislativa. En el recuerdo queda su expulsión del bloque del PJ en el Senado luego de haberle enrostrado a Alasino que ella no era “la recluta Fernández” para cumplir a rajatabla con las órdenes de la bancada.
Llegó al Senado en 1995 junto a la reelección de Carlos Menem. Atrás dejaba seis años como legisladora de Santa Cruz. En aquellos años la bancada peronista tenía un comportamiento bastante homogéneo, aunque no tanto como el que se observa por estos días. Los memoriosos recuerdan al duhaldista Jorge Villaverde como un legislador correcto y atildado en el trato. En uno de los tantos encuentros del bloque y para cerrar horas de discusión se dirigió a la santacruceña diciéndole: “Escuchame, nena...”. La respuesta sonó como un latigazo: “No me digás nena, yo soy la senadora Cristina Fernández de Kirchner”. Meses después de ser expulsada del bloque, el entrerriano Héctor Maya le agradeció, irónico, en el recinto de la Cámara alta “haber ayudado a unificar a los peronistas”.
En 1997 juró como diputada. La investigación por el atentado contra la mutual judía de la AMIA y el lavado de dinero son dos muestras de su paso por Diputados. En el 2003, cuando le tocó declarar en el juicio oral contra el ex juez Juan José Galeano, aseguró que la causa en la que se investigaba el atentado era “un teatro de operaciones de diversos sectores de los organismos de seguridad e inteligencia y de intereses políticos”. También sostuvo que en su opinión, “el seguimiento de la pista siria llegaba hasta la más alta magistratura de la República”. Es decir, hasta Carlos Menem. En aquellos tiempos, la administración de Bill Clinton tenía a Siria como un aliado estratégico. En un expediente en el que tantos intereses y servicios de inteligencia, entre ellos los norteamericanos, pretendían ser arte y parte, era lógico que la denominada pista siria fuera la menos recorrida. Hoy, el gobierno de Néstor Kirchner acompaña el reclamo para extraditar a ex funcionarios iraníes.
En la comisión de lavado de dinero no acompañó el dictamen mayoritario que había firmado Elisa Carrió. Presentó un dictamen propio del que no se recuerda que lo haya defendido en el recinto. En él aseguraba que la evasión parecía ser el elemento constitutivo del MA Bank, una entidad que tenía sede en las Islas Caimán y en la que se investigaba una cuenta de Mercado Abierto del financista Aldo Ducler. Curiosamente, Ducler había funcionado como asesor financiero del gobierno santacruceño.
En el 2000, las reuniones del bloque de diputados no se caracterizaban por su calma. “Esto es un quilombo”, afirmó Cristina Kirchner antes de levantarse para abandonar uno de esos tantos encuentros tumultuosos. “Disculpame”, la atajó el puntano Oraldo Britos. Desde su asiento, Britos le comentó: “Cuando yo tenía 13 años vi un cartel que decía ‘Quilombo’. Entré para ver si podía debutar. Eso era el peronismo y ahí me quedé desde entonces”. Fernández de Kirchner abandonó la reunión más rápido de lo que tenía previsto. La típica picardía peronista no era algo que le agradara.
En aquel mismo 2000, la mesa del bloque de diputados del PJ apoyaba la reforma laboral impulsada por Fernando de la Rúa. En la Comisión de Trabajo, su titular, Alfredo Atanassof, logró que varios duhaldistas se sumaran al proyecto de la Alianza. Eduardo Camaño, Lorenzo Pepe, Graciela Camaño suscribieron la iniciativa aliancista. Saúl Ubaldini y Britos encabezaron el rechazo al proyecto. Lograron que siete peronistas firmaran un dictamen opositor, Cristina Fernández de Kirchner era una de ellos. Horas antes de la sesión, y para convencer al bloque, la mesa invitó al entonces titular de la CGT, Rodolfo Daer. “Tráiganlo a Hugo Moyano”, bramó Fernández de Kirchner después de criticar con dureza a Daer. A esa altura de la discusión, Moyano ya había dicho que el entonces ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, le había comentado que para conseguir el respaldo de los senadores tenía la Banelco.
El estallido del 2001 la encontró como senadora. Junto a Néstor Kirchner, por entonces gobernador de Santa Cruz, militó activamente contra la derogación de la ley de subversión económica. La provincia movilizó un avión que solía emplear para postas sanitarias, para lograr que el liberal correntino Lázaro Chiappe pudiera estar en el recinto. La movida no impidió la derogación de la norma.
Desde el 2003, cuando Kirchner llegó a la Casa de Gobierno, el protagonismo de Cristina Fernández fue en ascenso. También aumentaron sus ausencias. Se convirtió en una tradición que se levantara de la banca o que faltara a la sesión cuando había que votar alguna iniciativa con la que no coincidiera, como la prórroga a la Emergencia Económica o la aprobación de los gastos del gobierno de Carlos Menem. Después de ganar como senadora bonaerense se jactó de estar sentada en su banca “por el voto de 3 millones de argentinos”.
Sus cruces con el riojano Eduardo Menem fueron un clásico. Menem denunciaba que era discriminado en la Comisión de Asuntos Constitucionales porque su pedido para ratificar el Tratado de Roma, en el que se conformó la Corte Penal Internacional, era postergado sistemáticamente. En una sesión en la que el riojano intentaba pedir una preferencia para este proyecto, interrumpió su discurso para dirigirse a Scioli y reclamar: “Hágala callar, señor presidente”. Menem se había hartado de los comentarios en voz baja de Cristina Kirchner.
Menem abandonó el Congreso después de 22 años ininterrumpidos como legislador. Cumplidor y diplomático, Scioli organizó un acto de despedida con entrega de medalla incluida. En vísperas de la Navidad del 2005, Fernández de Kirchner embistió contra Scioli con una virulencia que pocas veces se recuerda. Le endilgó haber fogoneado versiones periodísticas en las que se afirmaba que había gritado desaforadamente cuando se enteró de ese homenaje. También insinuó que se había equivocado intencionadamente cuando en la sesión de jura del 2005, la llamó al estrado como senadora por Santa Cruz en lugar de decirle senadora por Buenos Aires.
Defendió las posiciones del Gobierno sin importarle contradecir anteriores proyectos suyos. Por ejemplo, en el caso de la reglamentación de los decretos de necesidad y urgencia. Cuando se discutió la reforma al Consejo de la Magistratura, señaló haber sentido “mucha surprise” por algunas intervenciones. Respondiendo al radical Rodolfo Terragno dijo que “si en lugar de ser argentina, fuera inglesa y escuchara algunas de las exposiciones, diría: it’s too much”. Doce años han dejado su huella y aunque Cristina Fernández no es inglesa se podría subrayar: too much.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/95968-30313-2007-12-10.html