
Ni una más
CRISTINA FERNANDEZ DE KIRCHNER·MARTES, 31 DE ENERO DE 2017
Si la nota de Clarín del día de ayer sobre: “Olivos, el colchón de fajos de dólares, gritos y maltrato a los empleados” daba para el humor (qué tonta, me olvidé de preguntarles a los trabajadores de AGR-Clarín cómo los trata Héctor Magnetto)...
La de hoy, titulada “Ni una Menos”, da para el análisis de la más feroz violencia de género simbólica, que Magnetto a través del Gran Diario Argentino ha ejercido sobre una mujer, como objeto más simbólico del poder de lo femenino. No es nuevo. Siempre fue así. Y especialmente a partir del momento en que se decidió mi postulación para presidenta, a la que se opuso expresamente haciéndoselo saber a Néstor.
El propio Néstor lo contaba cuando todavía estaba con nosotros. A Héctor Magnetto siempre le resultó intolerable que una mujer pudiera estar en una posición de poder y que además se le ocurriera ejercerlo.
Recuerdo los almuerzos que me tocó compartir en Olivos cuando Néstor era presidente.
Al referirse a la propietaria del diario, Ernestina Herrera de Noble, le decía “La Directora”. No trasuntaba respeto ni admiración. Su mención siempre era acompañada con una sonrisita de sorna.
Recuerdo que una vez le pregunté sobre cuál era su participación accionaria en el grupo, quién tenía mayoría: o sea, el poder de decidir. Recuerdo el momento porque cuando pregunté, Néstor me miró y después a solas me dijo: “Sos terrible vos, mirá lo que le vas a preguntar”.
Ahí, en ese momento, fue cuando explicó que en realidad La Directora y su familia tenían más acciones, pero igual cantidad de votos que él y sus amigos Aranda y Pagliaro, por cuestiones de ingeniería accionaria.
“Admirable”, pensé, “entraron como empleados y hoy tienen la mitad de todo” pero no lo dije. Luego, agregó que ella no se metía casi en nada, que sólo pedía leer la editorial.
La charla siguió, pero era evidente que quería dejar en claro, en esa mesa presidencial, que el poder era él. Casi en consonancia milimétrica con lo que siempre manifestó públicamente: “para qué quiero ser presidente (del país) si donde estoy tengo más poder”.
Nunca le creí. Siempre pensé que a Héctor Magnetto, un hombre político que ingresó a Clarín por la política (Frigerio y el Desarrollismo), le hubiera encantado ser presidente de la Argentina.
Su vinculación con el gobierno de turno, en dictadura o en democracia, siempre se tradujo en acumulación de dinero, concentración de poder y finalmente disputa política.
No es un comportamiento empresario, es una actitud política. Siempre fue así, salvo con gobiernos débiles. ¿Será que necesita sentir más poder que nadie?
“Néstor Kirchner le pegó fuerte con un diario a Cristina Fernández de Kirchner cuando él era el gobernador de Santa Cruz… Él se enfureció, la arrinconó y le golpeó repetidamente la cabeza (siempre con el diario)”.
Estos párrafos constituyen el núcleo duro del fantasioso, pero como nunca esclarecedor, relato con el que Héctor Magnetto (a través de Wiñazki hoy, de un desconocido escribiente ayer, y vaya a saber de quién mañana) simboliza el castigo a la mujer que se atreve. De haber sucedido eso en la realidad, posiblemente el pequeño avión Cessna no hubiera llegado nunca a destino.
Pero esa no es la cuestión. No se trata de eso. Lo importante es la fantasía descripta: una mujer, yo, el símbolo de poder femenino más representativo (aclaro que no se trata de una autovaloración personal sino de un hecho objetivo: primera mujer electa presidenta del país y reelecta por casi el 55% de los votos): “Golpeada fuerte y repetidamente con un… Diario” .
Obsérvese la imagen que crean las palabras: una mujer es castigada por un hombre, quien la golpea fuertemente en la cabeza - el lugar físico que simboliza las ideas - con un diario -¿a quién se identifica con el nombre del Gran Diario Argentino?- luego de arrinconarla –el rincón, lugar simbólico sin escapatoria-, ¿la crisis del 2008 con las patronales rurales fogoneada por el Grupo?, ¿el 27 de octubre del 2010? ¿la actual persecución judicial y mediática?
Porque en tren de armar un relato violento, Néstor podría haberme pegado una trompada con la mano o darme una patada en cualquier parte de mi cuerpo. Pero no, arrincona a una mujer y le pega con un diario -¿el diario visto como un arma que castiga?- en la cabeza. Alguien en Tacuarí al 1800 está necesitando urgente un psicólogo y no es Ernestina.
La segunda violencia simbólica es la de otro hombre (el hijo). Pero como no lo tiene en la misma consideración que a Néstor al que, debo reconocer, miraba y trataba con mucho respeto, lo coloca en una escena digna de los tres chiflados: “le arrojó una torta helada a Cristina en el pecho”. “Ella usaba un vestido negro muy elegante que quedo completamente manchado por el tortazo”.
Escena final para la mujer del collar de perlas que usaba vestido negro muy elegante: quedó completamente manchada por el tortazo. Una suma de elementos femeninos con identidad que terminan humillados. ¿O "puestos en su lugar"?
No quiero ni imaginar los libros que hubiera escrito Freud de ser un argentino contemporáneo.
Algunos textos o caricaturas hablan mucho más de sus verdaderos mentores de lo que imaginamos.
Está claro que no son los empleados los que escriben notas o las firman a pedido.
Está claro que no es Sabat que caricaturiza mujeres con el ojo “en compota” o la boca “clausurada”.
Es Héctor Magnetto, que no quiere:
Ni una ley de medios más
Ni un gobierno autónomo más
Ni una mujer presidenta más
NI UNA MÁS que se atreva a nada.
Cristina
https://www.facebook.com/notes/cristina-fernandez-de-kirchner/ni-una-m%C3%A1s/1617466381614555
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31/01/2017 Clarin.com Opinión
Miradas
Ni una menos
Miguel Wiñazki
Néstor Kirchner le pegó fuerte con un diario a Cristina Fernández de Kirchner cuando él era gobernador de Santa Cruz. Fue en pleno vuelo, en un avión Cessna Citation. Él estaba leyendo el diario Crónica y en la sección La Pavada afirmaban que su esposa había asistido a un evento con un collar de perlas valuado en 50 mil dólares.
Se enfureció, la arrinconó y le golpeó repetidamente la cabeza, gritando: “¡Te dije que no usaras más esa mierda!”.
En otra oportunidad, en 2002, en el departamento de la familia en la calle Juncal en Recoleta, su hijo Máximo le arrojó una torta helada a Cristina en el pecho, tras una discusión espantosa. Ella usaba un vestido negro muy elegante que quedó completamente manchado por el tortazo.
A la vez, ambos, Máximo y Néstor, la acusaban de “mufa” cuando jugaba Racing y le exigían estruendosamente que no pasara cerca del televisor.
Cristina no denunció violencia de género en ninguna de esas circunstancias.
Pero trató de asociar disparatadamente un dibujo del maestro Hermenegildo Sábat con la violencia contra la mujer.
http://www.clarin.com/opinion/_0_ryG2xWTDg.html
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29/01/2017 Clarin.com Política
Escenario
Secretos de Olivos: los dólares de Néstor y los gritos de Cristina Kirchner
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Cristina Fernández de Kirchner en la Residencia Presidencial de Olivos. Foto Presidencia
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Cristina Kirchner
Residencia Presidencial de Olivos
Mauricio Macri
La empleada de la Residencia Presidencial de Olivos temblaba de miedo. La mujer acababa de hacer el cuarto del matrimonio Kirchner y no salía del shock: “Me pueden culpar a mí si les falta algo”, repetía sin consuelo.
Varios de sus compañeros de todos los días en la quinta donde viven los presidentes argentinos le pedían que se quedara tranquila. Pero ella no se podía quitar de la mente la imagen: montones de dólares, en fajos prolijamente parejos, estaban escondidos entre el sommier y el colchón donde cada día dormían Néstor y Cristina Kirchner.
Pero ese hecho no era el único que despertaba terror entre quienes trabajaban en la Residencia de Olivos. Cristina Fernández, siendo Presidenta, no quería ver a ningún soldado cuando ella salía a los jardines o cuando partía para la Casa Rosada. Todo era mezcla de temor a que espiaran sus movimientos hasta coquetería, cuando salía con sus rollers y su entrenador personal. En esas circunstancias, los soldados debían esconderse detrás de los árboles; y si no hacían a tiempo a esconderse, simplemente debían darse vuelta y darle la espalda a la jefa de Estado para no observarla.
Tras la difusión del audio donde Cristina trataba de mal modo a su Oscar Parrilli (“Yo, Cristina, pelotudo”), recobran valor los testimonios de quienes compartieron muchos días de los Kirchner en la Residencia.
Leé además: El audio de Cristina Kirchner y Oscar Parrilli sobre Stiuso: hablan de "carpetazos" y ella le dice "pelotudo"
Un día la Presidenta salió sorpresivamente de su despacho en Olivos y se topó con un grupo de hombres que cortaban el pasto y se dedicaban a tareas de jardinería: “¡Se mandan a mudar todos de acá!”, fue el grito que alejó a los empleados de esa zona en segundos.
En la casona de estilo colonial construida en 1850 por Prilidiano Pueyrredón, Néstor Kirchner vivió 7 años y su esposa, 6 más. Allí impusieron su estilo pero fue con ella cuando los empleados de la histórica Quinta la pasaron mal: “Mandaban a comprar pan fresco. Pero a nosotros nos daban siempre, el pan del día anterior con la comida. ¿Tanto les costaba comprar un poco más para nosotros?”, asegura resignado uno de los que padeció los malos modos.
Leé también: Cómo estaba la Quinta Presidencial cuando llegó Macri
Esos malos modos no eran solo de la ex Presidenta: su hija Florencia, cuando vivía allí, solía devolver la comida que le preparaban los cocineros de Olivos, un par de ellos, reconocidos como buenos chefs. Un día la Presidenta llamó a los responsables y les espetó: “Les pido que le lleven comida decente a mi hija”. Pero en la cocina fueron precavidos y le hicieron llegar a Cristina la lista de todos los platos -diversos, saludables y variados- que Flor K les devolvió sin comer. A partir de entonces la hija presidencial no rechazó más un plato de comida.
Y esos malos modos eran clonados por sus funcionarios. A la Quinta se puede entrar por un acceso sobre la Avenida del Libertador, donde conviven dos puntos de control: uno de la Policía Federal y otro, de la Bonaerense.
Desde allí es obligatorio avisar al puesto de la Casa Militar -dentro del predio- el nombre de quién está ingresando. Un ministro de Economía se molestaba cuando lo frenaban para identificarse. Una vez ordenó a su chofer frenar el auto y retroceder cuando escuchó que desde un handy el federal había dado aviso de su entrada. El funcionario, de remera negra, bajó el vidrio y le dijo: “¿Qué avisás que estoy entrando, buchón?”.
Todos esos gestos hicieron que, al llegar la nueva administración el 11 de diciembre de 2015, el trato normal entre personas fuera toda una novedad. Como ese electricista que no le respondía a un flamante funcionario que le preguntaba sobre un problema de energía en la Casa de Huéspedes: “Es que no estoy acostumbrado a que me hablen”, se disculpó el trabajador, evidentemente acostumbrado a un clima de temor y verticalismo.
http://www.clarin.com/politica/secretos-olivos-dolares-nestor-gritos-cristina-kirchner_0_ryfOL6jwe.html