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No hay dólares para todes

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. Cómo asegurar los dólares sin afectar la producción 
El control de las importaciones
La administración comercial volvió a escena ante la escasez de divisas que aqueja a la economía nacional. No obstante, conlleva otros efectos colaterales, al afectar la producción, el abastecimiento y los precios, y generar malestar e incertidumbre.

Por Juan Manuel Padín y Leandro Ziccarelli
1 de noviembre de 2021 - 00:23

Producción: Javier Lewkowicz


Institucionalizar

Por Juan Manuel Padín (*)

Argentina tiene una larga y variada tradición vinculada a la administración de las importaciones. En la posconvertibilidad, por ejemplo, se destacan tres modalidades de distinta intensidad. La primera se produjo en consonancia con la crisis internacional de 2008, mediante el uso intensivo de un particular “kit de emergencia” conformado por las licencias no automáticas, las medidas antidumping y los valores criterios, destinado a preservar al mercado doméstico de la liquidación de excedentes de otros países.

La segunda modalidad tiene como origen la falta de disponibilidad de divisas (restricción externa) que signó los últimos años del gobierno de Cristina Kirchner. En ese marco, en el año 2012 se implementaron las declaraciones juradas anticipadas de importación (DJAI), abriendo paso hacia un control más exhaustivo sobre las operaciones de importación. La iniciativa desató múltiples críticas en el frente interno pero detrás de su derogación, a fines de 2015, otro factor resultó determinante: el revés ante el Órgano de Solución de Diferencias de la Organización Mundial del Comercio en un diferendo impulsado por Estados Unidos, la Unión Europea y Japón.

La tercera modalidad tuvo lugar bajo la Alianza Cambiemos, que si bien rechazaba toda medida de control sobre las importaciones, restableció y amplió el sistema de licencias; aunque lo aplicó sin la intensidad de los años previos. No obstante, luego de registrar un abultado déficit comercial en 2017 (8.293 millones de dólares) y otro resultado negativo en 2018 (3.701 millones de dólares), ya no fue necesario “administrar las importaciones”. De ello se encargó la crisis económica, que deprimió sustancialmente las compras externas en 2019.

En la actualidad, la administración comercial volvió a escena ante la escasez de divisas que aqueja a la economía nacional. Como vimos, la recurrencia a este tipo de intervención es usual dado que puede contribuir (en los márgenes) a lidiar con la restricción externa. No obstante, conlleva otros efectos colaterales, al afectar la producción (o ralentizarla), el abastecimiento y los precios, y generar malestar e incertidumbre en una miríada de actores y socios comerciales. Aunque con pericia se pueden evitar algunos contratiempos, es la propia estructura productiva nacional (y sus necesidades) la que complejiza verdaderamente esta tarea: históricamente, más de tres cuartos de las importaciones están conformadas por bienes de capital, bienes intermedios, piezas y accesorios de bienes de capital y energía.

En rigor, es preciso advertir que la dominancia de las necesidades macroeconómicas sobre la política comercial externa resulta un elemento inalterable desde el retorno de la democracia. Aquí no hay novedades. Lo que resultaría novedoso sería replantear sus objetivos y acciones bajo dos certezas: i) ningún programa económico es viable sin divisas, y ii) los compromisos externos de la Argentina producto de la política de endeudamiento macrista serán una constante los próximos tres periodos de gobierno, presionando sobre la disponibilidad de divisas.

En este escenario, el comercio exterior podría contribuir de manera virtuosa a la estabilización de la economía nacional mediante un incremento sustancial de las ventas externas. Para ello es imperioso quebrar la inercia existente y propiciar, entre otras cuestiones, la jerarquización institucional del rol del comercio exterior, incluyendo a la planificación y a la evaluación de las políticas públicas como rutinas de gestión; el incremento de los recursos destinados a las acciones comerciales y a la construcción de capacidades; la mejora en la articulación público-privada; y el fortalecimiento de la coordinación entre agencias abocadas a la temática. En suma, más allá de contar con “funcionarios que funcionen” y/o lanzar nuevos programas, es indispensable construir un sistema institucional acorde a un desafío de esta magnitud, el cual solo tendrá sentido si se enmarca en un decidido proceso de transformación productiva.

(*) Investigador UNQUI.

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No enamorarse de octubre
Por Leandro Ziccarelli (**)

Durante octubre el Banco Central compró unos 500 millones de dólares en el MAE (mercado donde se liquidan el grueso de los movimientos de divisas). Si bien esto puede parecer una buena noticia, y en parte lo es, vale reconocer que octubre es históricamente un mes de saldo negativo para la autoridad monetaria en el mercado de cambios. Como sabrán, la oferta y demanda de divisas en el país tienen un comportamiento estacional que lleva a octubre a ser uno de los peores meses del año. Sin ir más lejos, el año pasado el BCRA vendió en el mismo mes más de 1.000 millones en términos netos, mientras que el promedio para “los octubres” es de ventas por 1.300 millones de dólares.

La pregunta obligada, entonces es ¿qué hizo el BCRA para lograr este resultado en 2021? La respuesta es simple, aunque sus implicancias no tanto. Afinó la regulación de importaciones. En concreto, estableció que, sólo por el mes de octubre, aquellas empresas que hayan adelantado pagos de importaciones y aún no hayan traído la mercadería, no puedan seguir adelantando el giro de divisas y deban pasar a importar “a la vista” (pagando contra documento de embarque) o diferido (pagan después de que llegue la mercadería). Si bien esto afecta sólo a un 13 por ciento de los casos y tienen duración finita (vence a fines de octubre), la medida tuvo un impacto de corto plazo muy fuerte y permitió al BCRA recuperar su posición de comprador neto de dólares en un mes atípico. Vale destacar que, aunque el descalce entre pagado e ingresado no es significativo, durante los últimos meses esa brecha se venía ampliando y el “pago anticipado” estaba ganando lugar.

Para contextualizar, es importante mencionar que la situación del comercio internacional es delicada: demoras en las entregas, desajustes logísticos de varias índoles, falta de containers, etc. Esto genera un escenario complejo, donde los proveedores globales comienzan a priorizar los métodos de pagos para racionalizar los tiempos y stocks. Con esto apunto a que la medida puede ser beneficiosa financieramente en el corto plazo, pero generando problemas de abastecimiento en el mediano.

Para ser sinceros, no estamos en un escenario en el cuál el pago diferido de una importación sea viable en todas las cadenas de valor. Remarcamos esto mirando hacia adelante, dado que a la luz de los datos que veremos a continuación, podemos afirmar que –por el momento- la política de administración del comercio no ha generado escollo alguno al proceso de recuperación económica emprendido a mediados del año pasado.

En lo que va del año, las importaciones acumulan un crecimiento de 51 por ciento. Pero los rubros que apalancan esa suba hablan mucho del tipo de estrategia comercial que está aplicando la Secretaría de Comercio (en conjunto con el BCRA): mientras que las importaciones de bienes finales o de consumo crecieron sólo un 19 por ciento en relación a 2020, las de combustibles y bienes intermedios lo hicieron en 92 y 56 por ciento, respectivamente.

Esto marca, no solo una magnitud acorde al ritmo de recuperación económica (e incluso un poco más), sino también una clara vinculación de los rubros importados con usos internos para la producción. Ante una economía que está, en promedio, un 8 por ciento por encima del nivel del año anterior, una suba de la magnitud mencionada en las importaciones permite observar que (más allá del ruido que pueda existir en algunos sectores o casos puntuales) la política comercial no está generando cuellos de botella en la recuperación económica.

En este contexto, las últimas medidas mencionadas anteriormente, acotadas a algunos importadores y por el lapso de 1 mes, no parecen haber generado mayores inconvenientes. Sin embargo, y a modo de conclusión, sostener un esquema de este tipo en un contexto internacional como el que tenemos y con una economía que también crecerá el año que viene (entre 2 y 4 por ciento, según tomemos proyecciones del FMI, REM o presupuesto 2022) puede generar desajustes relevantes hacia adelante y problemas de abastecimiento en cadenas importantes para la recuperación. Tal es así, que el BCRA ya anticipó que para noviembre estas restricciones se flexibilizarán para los rubros de insumos y bienes de capital. Y claro. Por el momento va bien, pero no hay que enamorarse de este octubre.

(**) Integrante del CEPA.

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El otro lado de la restricción externa
Por Germán Pinazo *
13 de octubre de 2020 - 00:48

Luego de que a mediados de setiembre el Banco Central restringiera la compra de dólares para ahorro, la semana pasada el Gobierno Nacional ha anunciado una reducción a los impuestos a las exportaciones tendientes a incentivar a los exportadores a exportar (y liquidar) parte de la cosecha. En parte lo que sucedió es que, más allá de la reducción en la compra de dólar “ahorro”, la demanda de divisas continuó en aumento.

Hay un dato del Balance Cambiario (que registra la entrada y salida de divisas) del BCRA que llama la atención. Entre enero y agosto de 2020 se registraron pagos de importaciones por un total de 26 mil millones de dólares, un 24 por ciento más que en 2019, cuando, según el Balance de Pagos (que registra la entrada y salida de bienes y servicios) del Indec, en los primeros seis meses del año las importaciones cayeron casi un 24 por ciento con respecto al año anterior. ¿Qué está sucediendo con el pago de importaciones? ¿No estamos en recesión?


Es importante poner de manifiesto que para un número reducido de grandes empresas en la Argentina el comercio exterior se ha transformado en una herramienta más para la formación de activos en el exterior. En paralelo, el armado de estructuras societarias con empresas controlantes y controladas en el extranjero permite todo un conjunto de operatorias (diferir cobros, remitir utilidades, sobre-facturar importaciones y/o solicitar auto-préstamos) con importantísimos impactos sobre el mercado de divisas. Es interesante observar en línea con lo anterior que una parte importante de las grandes empresas que operan en el país y son “de origen nacional”, independientemente de si el grueso de sus actividades comerciales se ubican en el país, tiene sus casas matrices y/o empresas controlantes en el extranjero.

Uno de los costados que se preveían “positivos” de la crisis actual tenía que ver con la supuesta relajación del problema de la restricción externa, producto de una eventual caída en las importaciones asociada a la recesión. Pero, como vimos, los pagos por importaciones han aumentado y, entre enero y agosto, se han liquidado alrededor de 3 mil millones de dólares menos a lo que se ha exportado. Esto último no es nuevo, luego de la “crisis del campo”, entre 2009 y 2010, se liquidaron 4 mil millones de dólares menos que lo que se exportó (hasta que en 2011 se instrumentaron mecanismos para controlar las liquidaciones) y en los últimos dos años de la debacle liberal del Gobierno de Macri, esa discrepancia fue de 18 mil millones.

En paralelo encontramos que el último dato disponible del BCRA, de 2017, muestra que existía un total de casi 70 mil millones de dólares de deuda externa de privados, y que casi el 40 por ciento eran deudas con “empresas del mismo grupo”. Es decir, 26 mil millones de dólares de autopréstamos que hoy pretenden “volver” a un dólar preferencial, sin ningún control sobre cómo fueron utilizados (¿valorización a tasas del 80 por ciento?).

El problema de la falta de dólares es el principal problema de la economía argentina. Un reducido número de empresas tienen la capacidad de “vetar” la política pública a partir de su control sobre las divisas. Es fundamental que el Estado recupere controles sobre los puertos (hoy es difícil incluso saber cuánto efectivamente se exporta), el acopio de granos, la liquidación de divisas, la deuda privada y el pago de importaciones.

* Investigador de la Universidad Nacional de General Sarmiento.

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Freelancers, en la mira del Gobierno: cómo afecta la Ley Penal Cambiaria a quienes no liquiden divisas
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Página/12 :: Economía :: Escasez de divisa
Escasez de divisas



 Por Alfredo Zaiat

La escasez de divisas es un rasgo estructural de la economía argentina, que fue atendido en diferentes períodos por endeudamiento externo, por la afluencia de inversiones extranjeras o por el superávit del comercio exterior. Esa falta de dólares establece límites a la dinámica del crecimiento. El frente externo se constituye entonces en el núcleo duro de resistencia en economías periféricas que tienen como meta el desarrollo. Es un problema que irrumpió en 2011 por la pérdida del autoabastecimiento energético, por la carencia de una estrategia consistente de sustitución de importaciones cuando se había lanzado el objetivo de recuperar la industria y por la persistente fuga de capitales. Pero esa restricción externa no es una característica particular del ciclo kirchnerista, sino que también la enfrentó el segundo gobierno de Perón, el desarrollismo, la política económica de la última dictadura militar, el gobierno de Alfonsín y el experimento devastador de la convertibilidad de Menem y la Alianza. Este recorrido histórico es un necesario recordatorio para todos aquellos que elaboran livianas interpretaciones de las actuales tensiones en el mercado cambiario y para los que se postulan para gestionar la economía a partir del año próximo. La devaluación y el endeudamiento, como se puede leer entrelíneas en las propuestas dominantes, es un atajo que no enfrentará la cuestión estructural de la escasez de divisas y sólo brindará ganancias extraordinarias a grupos concentrados y a sectores dolarizados, además de provocar inestabilidad social por el shock inflacionario y el consiguiente castigo al poder adquisitivo.

Economías como la argentina no dejan de crecer cuando tocan el límite de la capacidad productiva, alcanzan el pleno empleo o el capital se utiliza a plena capacidad, sino cuando hay escasez de dólares para seguir importando. Esa falta de dólares tiene su origen en cuestiones vinculadas con la estructura productiva. Un sector primario competitivo a nivel internacional orienta la economía a ser proveedor de materias primas del mercado mundial, convirtiéndose así en el principal aportante de dólares. A la vez, la fragmentación del aparato industrial exige una creciente necesidad de divisas para funcionar, porque demanda insumos importados, y también requiere de más dólares para acelerar la industrialización. Sin una estrategia planificada de sustitución de importaciones, la industrialización inducida por ese proceso puede ser cada vez más demandante de divisas, por el propio proceso de desarrollo del sector de bie-nes, que avanza hacia etapas más complejas de integración. Esto sucede cuando la sustitución de importaciones se despliega en productos de baja complejidad tecnológica, lo que no permite relajar la restricción externa porque la industria sigue pendiente de insumos de creciente valor por el progreso técnico.

Esta estructura productiva ha terminado condicionado al segundo gobierno de CFK, y lo seguirá haciendo en los próximos si no se consolida una orientación superadora y planificada de la sustitución de importaciones.

Las economías periféricas se topan con la restricción externa por cuestiones productivas, pero la Argentina enfrenta un desafío adicional que agudiza aún más la escasez de divisas: la fuga de capitales. La pérdida de ahorro doméstico refugiado en moneda extranjera, y depositado en el exterior, no es una característica propia de la Argentina, como ha quedado expuesto con las cuentas no declaradas en el HSBC Ginebra. Pero aquí tiene una intensidad mayor, lo que la constituye en un factor adicional para hacer más desestabilizadora la restricción externa.

La dolarización de la riqueza financiera es un fenómeno estructural construido por décadas, cruzando diferentes experiencias políticas y orientaciones económicas. Con inflación o baja inflación, con crecimiento o recesión, en democracia o en dictadura, con tasas de interés positivas o negativas, la fuga de capitales ha sido de una magnitud significativa. Y ha tenido la particularidad de ser mayormente en billetes o depósitos en el exterior con una rentabilidad mínima, cuando en otros países esos capitales fugados se dirigen a bonos, acciones o a la inversión en compañías del extranjero. Este destino del ahorro argentino fugado hacia el dólar billete tiene como resultado que la renta sea muy baja, lo que deriva en que ese atesoramiento no contribuya a la generación de nuevas divisas que podrían ingresar al país. Es un seguro más que una opción financiera de inversión.

El balance cambiario durante el kirchnerismo exhibe en el capítulo Formación de Activos Externos (fuga) uno de los motores perturbadores de la estabilidad económica, acelerando a más revoluciones en los gobiernos de CFK, y en especial en el segundo mandato. Así queda reflejado en las cifras por rubros de ese balance. Los dólares aportados por el saldo del comercio exterior (exportaciones menos importaciones) fue descendiendo desde los 15.041 millones en 2011 hasta los 8935 millones el año pasado, mientras que la demanda de divisas para cancelar intereses de la deuda retrocedió de 10.397 a 5713 millones de dólares en ese lapso. Los dólares acercados por la inversión extranjera directa pasaron de 3502 a 1672 millones de dólares, mientras que la remisión de utilidades descendió de 4141 a 1316 millones, de 2011 a 2014. El rubro servicios (que incluye turismo al exterior, fletes y giros netos de regalías, compensado parcialmente por ingresos netos por servicios empresariales, profesionales y técnicos) había contabilizado un saldo positivo de 127 millones de dólares en 2010 para subir a 9403 millones en 2013 y 5812 millones en 2014. Esa diferencia entre estos dos últimos años se explica por la posibilidad de comprar dólares (ahorro), que tiene un sobrecosto del 20 por ciento, menor al 35 por ciento aplicado para adquirir divisas para viajar al exterior. En el Banco Central estiman que una parte importante de la compra de dólar ahorro (2794 millones) fue utilizada para el turismo externo, canal elegido por la menor sobrecarga en la cotización.

Como se puede observar, en un marco de tensión externa, esas cuentas se van compensando en un sendero de deterioro del saldo del intercambio comercial por las cuestiones mencionadas de la estructura productiva, acercando las presiones que emanan de la restricción externa, pero sin ser un recorrido explosivo. El renglón del balance cambiario que introduce un factor inquietante es la Formación de Activos Externos. Es muy ilustrativo detallar los montos de cada uno de los años a partir de 2003 para comprobar cómo la fuga de capitales aceleró la irrupción de la restricción externa, en millones de dólares:

2003 -3.808

2004 -2.837

2005 1.206

2006 -2.939

2007 -8.872

2008 -23.098

2009 -14.125

2010 -11.410

2011 -21.504

2012 -3.404

2013 387

2014 -3.248

Fuente: Balance cambiario BCRA.

Sólo en el 2005 hubo un saldo positivo sin un régimen de administración de divisas más firme, que en su momento de mayor dureza en 2013 culminó con un resultado levemente favorable.

La experiencia histórica revela que ni con devaluación, endeudamiento externo o la fantasía de la “confianza” empresaria a un gobierno por ser amigable con el mercado financiero se ha podido neutralizar la dolarización de los excedentes financieros.

Es una prueba desafiante orientar la economía para superar la restricción externa (lo que es de por sí un proyecto de envergadura), la sustitución de importaciones y el desarrollo industrial, pero aún más es encontrar el modo de atenuar la restricción interna cuya máxima expresión es la intensa y constante fuga de capitales.

azaiat@pagina12.com.ar
https://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-266118-2015-02-14.html

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La necesidad de diseñar una política económica con un régimen de control de cambios eficiente en función del bienestar general y del desarrollo
No hay dólares para todes
Macri abandonará la Casa Rosada dejando un desastre económico con un control de cambios improvisado. El próximo gobierno deberá convivir con la brecha cambiaria y la tensión de un imprescindible sistema de administración de divisas. 
Alfredo Zaiat
Por Alfredo Zaiat
<b>3 de noviembre de 2019 -</b> 

Mauricio Macri termina su gobierno con un control de cambios improvisado y desordenado. Es un régimen imprescindible para la economía argentina, debido a que es una que tiene una crónica escasez relativa de divisas. Pero él lo ha lanzado sólo con objetivos electorales. En principio para llegar con un dólar sin sobresaltos a la primera vuelta de la elección presidencial del domingo pasado, que perdió por amplio margen. Después, con la derrota consumada, para culminar su mandato sin una desborde mayor del mercado cambiario. No lo hizo por el pedido del presidente electo, Alberto Fernández, de cuidar las reservas. Más bien las dilapidó sin culpa y sin importarle el cuadro dramático que enfrentará el próximo gobierno. Lo hizo por el interés propio para mejorar su resultado electoral y para no terminar su mandato con un descalabro económico y financiero todavía más pronunciado. Esta estrategia no es inocente. Se presenta "responsable" para el período de la transición pero, en realidad, traslada el peligro de un derrumbe cambiario mayor hacia la fuerza política que pasará a ocupar la Casa Rosada el próximo 10 de diciembre.

Transición
Antes, cuando fue oposición, y en estos últimos cuatro años, como presidente de la Nación, lo que se debería haber aprendido es a no confiar en la palabra de Macri. Cuando el macrismo habla de que está comprometido a realizar una transición "responsable" están haciendo todo lo contrario.


Varias medidas de estos días prueban ese comportamiento, que forma parte de la esencia de la alianza Cambiemos. A la semana siguiente de la derrota electoral, el gobierno habilitó aumentos de precios generalizados (combustibles, prepagas, no prorrogó el programa Precios Esenciales). La gobernadora María Eugenia Vidal convalidó otra ronda de tarifazos del servicio de electricidad, el mismo día que tenía agendada la primera reunión con el gobernador electo Axel Kicillof. En varias dependencias del Poder Ejecutivo nacional comenzó una carrera veloz de nombramientos de cargos políticos. El presidente del Banco Central, Guido Sandleris, rifó reservas en cantidad mientras dejaba trascender que se estaba ocupando de cuidarlas, para después de liquidarlas imponer restricciones más duras.

Esta conducta obscena quedó expuesta con el jefe de Gabinete y conductor de la estrategia de la mentira planificada del macrismo, Marcos Peña, impulsando a la prensa adicta a presentar una derrota contundente en las urnas como un éxito del oficialismo. El ejército de trolls del macrismo además no ha sido desarticulado por la Casa Rosada, sino que sigue operando con intensidad, para inventar que Alberto Fernández estaba internado cuando estaba cenaba con amigos en San Telmo.

Frente a esta forma de entender la política, las relaciones con el adversario y la gestión de la administración pública, la clave es no caer en el voluntarismo político o en la inocencia en el trato personal con quienes dejarán una devastación de las funciones básicas del Estado.

"Cepo"
Desde noviembre de 2011, cuando Cristina Fernández de Kirchner comenzó su segundo mandato con un régimen de control y administración de divisas, la palabra "cepo" fue la elegida para descalificar la política del control de cambios. Se llegó al absurdo de postular que la libertad estaba en peligro por la "dictadura K" porque no se podía comprar dólares sin límites. Un sistema de cuidado de las reservas era señalado como un instrumento de tortura financiera y de avance sobre "el derecho de las personas a ahorrar en dólares".

La usina de críticas no estaba alimentada solamente por economistas ortodoxos y analistas conservadores; gran parte de la heterodoxia consideraba que el control de cambios era una mala política.

El argumento principal para desaconsejar los controles es que si existen restricciones no vendrán inversiones: si no pueden retirar los dólares no tendrían incentivos para ingresarlos. Lo que no se dice es que un sistema de administración de divisas puede ser diseñado para privilegiar a quienes traen divisas en lugar de fugarlas.

Los instrumentos de política económica, ya sean monetarios, cambiarios o fiscales, no son malos en sí, dependen de cómo se utilicen en función de objetivos pre establecidos y comunicados en forma explícita.

Con el régimen que duró cuatro años, de 2011 a 2015, y con el actual, lanzado en forma desesperada por Sandleris como aporte a la campaña electoral de Macri, se impone la necesidad de un debate riguroso acerca de cómo administrar las divisas.

El factor determinante 

para evaluar las restricciones para acceder a los dólares es la estructura productiva y financiera desequilibrada de la economía argentina. El régimen de administración y control de acceso a la moneda extranjera, resumido en el espacio público con cuatro letras de un aparato de tortura, no es el problema, sino una consecuencia.

Objetivos
El sistema cambiario del segundo gobierno de CFK fue impuesto con el objetivo de cuidar los dólares para garantizar el pago de las deudas, al tiempo que buscaba evitar una corrida.

El diseñado a las apuradas por Sandleris inicialmente tuvo un objetivo opuesto: garantizar que la mayoría de las personas y empresas que querían dolarizarse pudieran hacerlo, lo que derivó en un default parcial de la deuda, aceleró la corrida cambiaria y precipitó la bancaria sobre los depósitos en dólares (casi el 40 por ciento se fugó de los bancos). Queda claro que lo hizo así para privilegiar a la base electoral del macrismo, además de evitar una disparada de la paridad.

El día después de la derrota de Macri en la elección presidencial, el Banco Central revisó la prioridad del control de cambios. Pasó a privilegiar el pago de la deuda de bonos que no fueron alcanzados por el "reperfilamiento". Cerró entonces casi al máximo el torniquete de dólares para atesoramiento.

Sandleris exhibió de ese modo el desquicio que hace en la gestión de un área clave para la estabilidad financiera y económica. No desentona con el desastre realizado por la conducción de Federico Sturzenegger que, con la impunidad que ofrece ser parte del establishment, se lanzó a evaluar el fracaso de Macri sin hacerse cargo de lo que hizo para provocar el derrumbe económico.

Queda más en evidencia ahora el destrozo que hizo Sturzenegger por haber liberado en forma absoluta el mercado cambiario, habilitando además que los exportadores no liquidaran divisas. Si se quiere buscar el origen del actual descalabro cambiario y no caer en trampas de confusiones, hay que remontarse a esas medidas iniciales del gobierno de Macri para entender esta crisis.

Festejar el fin del "cepo", utilizado como una de las principales banderas de la campaña electoral 2015, tuvo como desenlace una de las peores crisis económicas argentinas, con un cierre de ciclo que impuso otro "cepo", aún más estricto del que había.

Brecha
El control de cambios genera una diferencia entre la cotización oficial y la paralela. Es una consecuencia previsible de las restricciones. En una economía bimonetaria como la argentina aparece el siguiente dilema: una mercado desregulado sin brecha pero muy inestable en términos económicos y financieros; o controles que generan una brecha con impacto negativo en las expectativas de devaluación, pero con la posibilidad de administrar la escasez de divisas en función de un proyecto consistente de desarrollo de mediano y largo plazo.

<b>Lo cierto es que el régimen de control de cambios hasta el 2015 careció de esa última condición y quedó atrapado de las presiones de los buitres y de las tensiones políticas que generaban en la minoría intensa que atesora dólares y viaja al exterior. Lo que sí evitó es una crisis de proporciones como la que se precipitó con un mercado totalmente desregulado.</b>

Una y otra experiencia han exhibidos sus propias limitaciones, aunque la liberación total genera costos más elevados que la existencia de la brecha cambiaria. Esto quedó en evidencia en estos años de economía macrista. La brecha que generan los controles es un costo menor respecto al impacto que un descontrol cambiario genera sobre la estabilidad de la economía y el bienestar de la población.

Los verdes
<b>A lo largo de décadas de inestabilidad cambiaria, los dólares eran aportados en algunos momentos por el superávit de la balanza comercial; en otros, por el endeudamiento externo y, en menor medida, por la inversión extranjera directa.
</b> Pero en ningún caso se logró el salto cualitativo en la estructura productiva y financiera para aliviar la escasez relativa de divisas o, en otros términos, contar con todos los dólares necesarios para responder a la demanda.

Esos dólares de la economía doméstica son disputados por diferentes sectores. Cada uno presiona con intensidad para obtenerlos porque considera que su pedido es prioritario sobre el resto. La puja por los dólares adquiere más fuerza cuando la escasez relativa se hace presente, ya sea por una merma en la provisión por las vías comercial o financiera, o por un aumento de la demanda por encima del promedio gatillado por crisis locales o internacionales.

<b>La pelea para capturar los dólares disponibles tiene los siguientes protagonistas:</b>

* Particulares que desean dolarizar sus ahorros, y dentro de ese grupo quienes también piden billetes para viajar al exterior.

* Importadores que requieren de dólares para comprar bienes y servicios.

* Multinacionales que quieren dólares para girar utilidades a sus casas matrices.

* El Estado, nacional y provincial, que necesita dólares para cancelar obligaciones externas.

* Empresas privadas que precisan divisas para abonar vencimiento de intereses y capital de deuda externa.

* El Estado nacional también busca dólares para acumular reservas internacionales con el objetivo de garantizar mayores grados de autonomía frente a corridas cambiarias y a crisis externas que pueden provocar situaciones de inestabilidad financiera.

¿Se puede satisfacer al mismo tiempo toda la demanda de dólares que pretende cada uno de esos sectores?

El recorrido histórico de la economía argentina muestra que se trata de un objetivo muy ambicioso, casi imposible, desde el comienzo de la industrialización por sustitución de importaciones en la década del ’40 e integración financiera al mercado mundial en la década del ‘70. Se requiere como condición básica para lograrlo modificar la estructura productiva desequilibrada.

Daño
El argumento de que el control cambiario no sería necesario si se aplicara un fuerte ajuste fiscal para que, con un gasto público reducido, disminuyera la inflación y, por lo tanto, se aliviaría la presión cambiaria porque se alejaría la restricción externa, es una muestra de un desconocimiento importante del funcionamiento de la economía argentina o de un fanatismo ideológico conservador.

El control de cambios en la economía macrista fue muy tardío. En realidad, no debería haberse eliminado el existente en 2015. Podía haberse pulido, adaptándolo a nuevas condiciones políticas. Pero no eliminarlo. Hacerlo provocó un daño muy grande a la estabilidad económica sólo por cumplir con un dogmatismo ideológico que ignora la presencia dominante de la restricción externa (la escasez relativa de divisas, que significa que no hay dólares para todos en todo momento y en la cantidad que se quiera).

Son tantas las experiencias de crisis derivadas de la insuficiencia de dólares en la historia de la economía argentina que resulta sorprendente que todavía existan economistas que postulen un esquema de desregulación total del mercado de cambios y de la cuenta capital. En realidad, detrás del velo del análisis académico, lo que defienden es que los sectores sociales entrenados en fugar capitales puedan seguir haciéndolo sin interferencias.

El saldo de esta apertura financiera, como sucedió con la realizada durante la última dictadura militar y en la década del '90 con la convertibilidad, fue un endeudamiento externo insostenible y una crisis inmensa. La economía macrista ha provocado una masiva transferencia de ingresos desde la economía real hacia el capital financiero, y este resultado no puede ser disociado del régimen monetario, cambiario y financiero impulsado desde el Banco Central.

Eliminar el "cepo" al comienzo del gobierno para terminar con uno más rígido deja en evidencia el daño innecesario y evitable de una medida demagógica del macrismo. A esta altura se sabe, y quien no lo sepa es porque no ha estudiado la dinámica de la economía argentina, que los dólares no alcanzan para hacer frente a la demanda del sector externo, el pago de la deuda y la fuga de capitales.

<b>El debate central a partir del próximo 10 de diciembre apuntará a determinar qué sector deberá limitar su capacidad de demandar dólares. No habrá billetes verdes para todes. Será una restricción que políticamente deberá aceptarse para luego saber explicarla.</b>

<b>El próximo gobierno tendrá que prepararse para transmitir que es conveniente adaptar los instrumentos económicos disponibles y graduar las respuestas posibles de política cambiaria, dado el conjunto de restricciones internacionales y locales, en función del bienestar general y del desarrollo nacional.</b>



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https://www.pagina12.com.ar/115310-macri-no-entiende

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 Eliminan obligación de liquidar divisas de exportaciones

EDICIÓN IMPRESA
02 Noviembre 2017
Eliminan obligación de liquidar divisas de exportaciones
En el marco de la idea reinante en la Casa Rosada de desburocratizar el Estado, el Gobierno decidió poner fin a la obligación de liquidar divisas por parte de los exportadores, como corolario de la serie de ampliaciones de plazo que fue realizando la administración de Cambiemos desde el inicio de la gestión.

Si bien las normativas que establecieron períodos máximos para ingresar las divisas se habían reglado en 2001, fue durante los años K que los plazos se fueron reduciendo hasta llevarlo a 15 días, con el objetivo de aumentar la oferta de dólares y tratar de evitar que la escasez dispare el tipo de cambio. Esta imposición siempre fue criticada por las empresas que entendían que era de difícil cumplimiento al momento de concretar una venta en el exterior.

¿para beneficiarios de la  rg 4003, ganancias continua siendo un tributo anual?

¿Para beneficiarios de la RG 4003, Ganancias continúa siendo un tributo anual?
Cuando Mauricio Macri asumió, el plazo para la liquidación de divisas en el sistema financiero estaba en 30 días, límite que había impuesto el kirchnerismo en mayo de 2012. Durante 2016, el Gobierno fue prorrogando gradualmente el plazo de los 30 días a los 5 años.

En enero de este año, el tiempo para cumplir con la obligación de liquidar las divisas provenientes de ventas en el exterior se extendió a los 10 años con la intención de ampliar y mejorar la capacidad de financiamiento de los exportadores.

Ahora, mediante un decreto que se espera se publique hoy en el Boletín Oficial, el Gobierno directamente eliminará la obligación al entender que "se había convertido en una carga" y para "estar en línea con lo que ocurre en el mundo", tal como explicaron fuentes oficiales a Ámbito Financiero.

Respecto a la posibilidad de que con esta medida ingresen menos divisas de las exportaciones y que consecuentemente una menor cantidad de dólares en el mercado local provoque un aumento del tipo de cambio, funcionarios analizaron que "en la práctica cuando llevamos el plazo a 10 años, ya no existía esta obligación" y agregó que "la tensión que pueda haber sobre el precio de dólar se va a corregir cuando alguien venda. Si hay alguna restricción, entonces el precio no es libre".

Como ejemplo del impacto negativo que significó esta imposición, en el Gobierno explicaron que con la administración anterior las pymes argentinas perdieron 23 mercados porque los compradores no podían cumplir con el exiguo plazo de 15 días para pagar.

Habrá que ver en la práctica como repercute esta disposición sobre los agroexportadores al momento de ingresar las divisas provenientes de las ventas de granos y derivados. Por caso, la semana pasada el campo liquidó 350,7 millones de dólares por sus ventas al exterior, con una baja del 30,7% en comparación con igual período de un año antes y un 2,4% con relación a la semana previa. De esta forma, el monto liquidado por los exportadores agrícolas desde comienzos de año asciende a 18.791 millones de dólares, lo que representa una baja del 10% período de 2016.

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El Gobierno eliminó la obligación a exportadores de liquidar divisas
A través del decreto 893/17, el Gobierno eliminó la obligación que tenían los exportadores de negociar -en plazos perentorios- sus divisas en el mercado oficial de cambios y que se controlaba a través del sistema Secoexpo del BCRA, aplicándose a los infractores la Ley 19.359 (ley penal cambiaria).

el jueves 02 de noviembre de 2017
A través del decreto 893/17, el Gobierno eliminó la obligación que tenían los exportadores de negociar -en plazos perentorios- sus divisas en el mercado oficial de cambios y que se controlaba a través del sistema Secoexpo del BCRA, aplicándose a los infractores la Ley 19.359 (ley penal cambiaria).

De esta forma, el exportador tendrá libertad para vender al exterior como desee, habiendo recuperando cuatro libertades perdidas durante tantos años. Ahora podrá:

Vender y facturar la exportación en pesos, si el comprador desea pagarle en nuestra moneda. Aunque suene extraño, nuestra propia moneda no era aceptada por la ley para cobrar nuestras exportaciones, salvo un régimen especial, muy poco usado, para vender a Brasil y Uruguay;

Darle a su comprador externo todo el plazo de pago que estime conveniente para lograr esa venta y -si finalmente éste no paga- no tener que rendir cuentas al Estado por ello ni sufrir fuertes multas y hasta penas de prisión;

Cobrar esas ventas en efectivo (billetes en moneda extranjera o en moneda nacional), en el país o en el exterior, lo que -increíblemente- estaba prohibido por esta legislación ahora derogada, ya que sólo podían cobrarse las exportaciones mediante transferencias bancarias emitidas desde el exterior en moneda extranjera y

Si vende en moneda extranjera, disponer libremente de estas divisas o billetes como desee: guardarlos, negociarlos en el país o en el exterior, por pesos o por otras monedas, cuando quiera, o dejarlas en cuentas en el país o en el exterior o darles el destino que estime oportuno.

Se cierra así un capítulo de la historia económica argentina, que comenzó en 1964 y que, salvo el interregno 1991-2001 (durante la convertibilidad), dificultó las exportaciones tanto por los exiguos plazos que imponía para cobrar las divisas al comprador del exterior y su negociación por pesos en el mercado de cambios como por el incremento de costos legales y de administración que imponía.



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Eliminan la obligación de liquidar las divisas por exportaciones
El Cronista - Tiempo de lectura: 1 minuto

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Eliminan la obligación de liquidar las divisas por exportaciones
El Gobierno derogó una serie de normas relativas al mercado de cambios, algunas de ellas vigentes desde hace 53 años.
Actualizado el 02/11/2017
El gobierno nacional eliminó la obligación de liquidar en el mercado de cambios las divisas ingresadas al país producto de las exportaciones de bienes, servicios y materias primas, que rigió durante décadas en la Argentina, según un decreto publicado hoy en el Boletín Oficial.

La disposición fue dispuesta mediante el decreto 893/2017, firmado por el presidente Mauricio Macri; el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne.

La nueva disposición elimina el artículo 1° del decreto 2581/64, por el que “el contravalor en divisas de la exportación de productos nacionales debe ingresarse al país y negociarse en el mercado único de cambio dentro de los plazos que establezca la reglamentación pertinente .

El Gobierno consideró al respecto que “resulta pertinente adecuar la normativa vigente relacionada con el mercado de cambios a las nuevas circunstancias que se dan en la materia, a fin de mejorar la competitividad de las exportaciones argentinas, flexibilizar las condiciones de financiamiento y mejorar la previsibilidad financiera .

Si bien el decreto original que estableció el régimen de liquidación de divisas se emitió en 1964, en 1991 se dejó sin efecto, en 2001 se restableció, en los primeros días de diciembre, cuando presidía el país Fernando de la Rúa.

El plazo máximo para la liquidación estaba hasta hoy en 10 años, modificación hecha por el actual gobierno en enero último, que con anterioridad la había extendido de 30 días a cinco años, en los primeros meses de 2016.

Hasta la semana pasada, el ingreso de divisas por exportación de granos registró u$s 18.791 millones, cifra 10% inferior a los ingresado en el mismo período de 2016.




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