Domingo, 22 de abril de 2012 | Hoy
EL PAIS › OPINION
Marca España
Por Alfredo Zaiat
Una economía a la deriva, un gobierno conservador abrumado, un deterioro sociolaboral impactante, un sistema bancario al borde del colapso, una elite empresaria inmune y una política de “austeridad”, como denominan a lo que se conoce como ajuste neoliberal. Esta es hoy la “Marca España”. Un sentido diferente a la presuntuosa propaganda que Mariano Rajoy tiene previsto presentar en el Congreso como sello de calidad que asocie al país con la expansión de sus empresas, a iniciativas culturales y de cooperación en el exterior. La situación de España se encuentra en el mismo punto de desesperación de la de Grecia en 2010. Nuevo gobierno, agresivos recortes presupuestarios, respaldo financiero del Banco Central Europeo, la Comisión Europea (Alemania) y el Fondo Monetario Internacional, protestas sociales, versiones de megapaquetes de rescate para salvar bancos, ataques especulativos sobre su deuda y un default ordenado que se acerca. El recorrido griego ya se conoce, y sólo la Europa dominada por la prepotencia alemana persiste en esa política que hoy tiene a España en la cornisa.
La principal diferencia con el desastre griego es que la clase dirigente política y empresaria en España está padeciendo el síndrome de nuevo rico en quiebra. Ya no son lo que se imaginaban que eran al desmoronarse la economía basada en la especulación inmobiliaria, en servicios financieros y de turismo y en las crecientes ganancias provenientes de la Segunda Conquista de América en los noventa. Esto último es lo único que les queda del modelo tan elogiado por analistas y economistas de la ortodoxia. Las utilidades de las filiales latinoamericanas de las corporaciones españoles son el flotador en medio del naufragio. El Banco Santander, que en 2011 tuvo un beneficio neto 35 por ciento menor al año anterior, contabilizó en Latinoamérica más de la mitad de sus ganancias totales. La española Telefónica, que registró una caída de 69 por ciento en sus utilidades globales por el fuerte ajuste en su país, aumentó en ese mismo período 18 por ciento sus ventas en la región, donde reúne casi 195 millones de clientes y casi la mitad de sus ganancias.
Si bien comparten la reacción de Rajoy en defensa de Repsol, no deja de ser llamativo el prudente silencio de los otros grupos españoles que operan en Argentina. Saben lo relevante que es para sus balances el mercado argentino y no tienen intención de rifarlo en el altar de la indignación. La importancia de los negocios españoles en América latina explica el desborde de la administración Rajoy por la expropiación de acciones de YPF en manos de Repsol. Pero no es sólo por la postura neocolonial del conquistador herido. Existe otro motivo más pedestre. La confusión entre funcionarios del gobierno y empresarios que provoca que la “Marca España” hoy se traduzca “Marca Repsol”.
En esa asociación participan políticos del PP y del PSOE, puesto que en España funciona muy aceitada la famosa “puerta giratoria”, donde se confunden intereses públicos y privados de forma permanente. Funcionarios en puestos clave del gobierno de Rajoy participaron antes en consejos de administración de conglomerados españoles. Cuando dejen el cargo aspiran volver a la actividad privada. El ex presidente del gobierno del PP José María Aznar cobra 200 mil euros anuales como asesor de Endesa, que en Argentina maneja Edesur, entre otras inversiones. El ex presidente del PSOE Felipe González fue contratado por Gas Natural, controlada por Repsol, para que ejerza la tarea de lobbista por 126 mil euros al año. Rodrigo Rato, ex vicepresidente segundo y ministro de Economía, es actual titular de la Caja de Madrid y Bankia (fusión de siete cajas de ahorro), y los ex ministros Eduardo Zaplana, trabaja para Telefónica, y Javier Solana, asesora a la constructora Acciona. La lista es larga de ex funcionarios que hoy son parte de compañías privadas; y de ex ejecutivos de grupos españoles que hoy son funcionarios.
La economía española está siendo conducida a la quiebra por esa nomenklatura. El estallido de la burbuja inmobiliaria dejó al descubierto el disparate de un mercado alimentado por un frenesí crediticio financiado por un sistema bancario sobredimensionado. España logró el record de ser un país con más viviendas construidas que familias. Según datos de la banca central de ese país, 17 millones de familias están registradas y existe un stock de viviendas cercano a las 27 millones. Muchos de los que se endeudaron para comprar sus casas no tienen trabajo, con una tasa de desempleo cercana al 25 por ciento, que se eleva a casi el 50 por ciento en los jóvenes, y no pueden pagar el crédito, de un monto hoy más elevado que el valor actual de la vivienda, que la terminaron perdieron a manos de los bancos. O sea, no tienen trabajo, se quedaron sin casa y con la deuda. Esta es una de las manifestaciones más desastrosa de la economía española. La crisis de la deuda soberana y privada no es la causa de la crisis financiera sino su consecuencia. Al decidir profundizar políticas de austeridad persiguiendo el ilusorio voto de confianza de los mercados se profundiza la recesión, la merma de ingresos fiscales y, por lo tanto, aumenta el endeudamiento, que para renovar sus vencimientos el mercado exige tasas de interés cada vez más elevadas. Así transitan como corderitos obedientes a la insolvencia. La última colocación de deuda del gobierno de España fue a una tasa del 6 por ciento por bonos a 10 años, elevando a una diferencia máxima con la tasa alemana (prima de riesgo), que actúa de referencia en Europa y se ubica en 1,75 por ciento anual para ese plazo.
En ese contexto, la última reunión de Consejos de Ministros decidió agudizar las medidas de ajuste sobre los grupos más vulnerables, en Educación y Salud, por unos 10 mil millones de euros, en un presupuesto general que ya se había recortado en 27.300 millones de euros. En ese mismo encuentro el gobierno de Rajoy anunció represalias comerciales por la expropiación de acciones de YPF al limitar la compra de biodiésel argentino. Es una reacción patética de un gobierno desorientado por su crisis. Pese a la sobreactuación de recortes y más recortes presupuestarios, el nivel de deuda pública y privada es un dato que asfixia a la economía española.
La deuda española era de apenas 36 por ciento del PIB en 2007; se duplicó en cuatro años de crisis, al superar los 590 mil millones de euros. Sumando la deuda privada (familias y empresas) el total asciende a 3,8 billones de euros, el 366 por ciento del PIB. La magnitud de esta deuda la convierte en impagable con una economía en recesión empujada a la depresión con más ajustes fiscales. España se mantiene a flote porque la Unión Europea evalúa que un default de esa deuda tiene un costo mayor para el euro que continuar con la asistencia que le está proporcionando el Banco Central Europeo. Esta entidad se ha convertido en su vehículo de financiamiento al sumar el 10 por ciento del total de la deuda externa, que a fines de 2011 era de 1,8 billón de euros. Además, la banca central española debe 250 mil millones de euros (23 por ciento del PIB) al BCE.
Todo ese dinero fue a financiar a los bancos españoles que están en serios problemas, transitando de una situación de iliquidez a una de insolvencia por el aumento de la morosidad y la acumulación de desvalorizados activos inmobiliarios por la imposibilidad del recobro de los créditos hipotecarios. La asistencia de la banca central a las entidades financieras aumentó de 50 mil a 227 mil millones de dólares de junio del año pasado a marzo de éste.
La “Marca España” tiene más problemas que la “Marca Repsol”.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-192454-2012-04-22.html
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Sábado, 13 de junio de 2009 | Hoy
ECONOMIA › PANORAMA ECONOMICO
Amantes del ajuste
Por Alfredo Zaiat
El concepto de ajuste es uno de los más arraigados en el discurso del pensamiento económico convencional. Parte de la idea de que el mercado define un equilibrio perfecto entre las principales variables. Afirma que la alteración de ese sendero virtuoso requiere entonces de correcciones permanentes para acercarse a ese estadio óptimo de funcionamiento de la economía. Ya se ha probado a lo largo de la historia de la humanidad que la felicidad absoluta no existe. Del mismo modo, también ha quedado demostrado que esa armonía suprema de la economía es una quimera. Sin embargo, la ortodoxia y no pocos heterodoxos, que incluso critican esa visión neoclásica, convalidan esa noción al convertir el ajuste como rector de la política económica. Si el ajuste pasa a ocupar la centralidad de una estrategia es porque se piensa que la economía puede alcanzar equilibrios permanentes. Sin embargo, la realidad es un poco más compleja que los modelos y las identidades básicas que ofrece la ciencia económica. Estas resultan un interesante aporte para ordenar el entendimiento de fenómenos complejos, pero transformarlas en dogmas es una característica distintiva de los amantes del ajuste. Como la economía tiene una tendencia al desequilibrio puesto que es un rasgo distintivo de su propia dinámica, el ajuste es la recomendación insistente de esa corriente de economistas. No están en condiciones de proponer otra vía que no sea la del ajuste porque están en búsqueda de una conciliación general de las variables, aunque se sabe que no existe. Por eso reiteran una y otra vez acerca de la necesidad del ajuste. Su insistencia tiene el respaldo teórico que construye una concepción ideal de la economía, que ha provocado una profunda distorsión en la comprensión y posterior manejo de los problemas que enfrenta esa ciencia. El pensamiento dominante se abraza al fundamentalismo del modelo equilibrio-ajuste, pero en el área de la economía se expresan intereses enfrentados de sectores sociales y que tienen su manifestación en pujas políticas. Si se excluyen esos factores, el esquema lineal del ajuste queda convalidado y para ello no debe haber conflictos sociales ni reclamos sectoriales ni el universo de la política.
En estos días de pasión electoral se presenta una vocación impúdica por el ajuste por parte de los economistas del establish-ment, adelantando lo que ellos consideran el inevitable desenlace del día después. También es cierto que acompañan esa idea algunos heterodoxos y grupos técnicos que habitan despachos oficiales. Los primeros, además de la militancia por las recetas del fracaso en beneficio de unos pocos, pueden utilizar esa herramienta discursiva como estrategia para captar votos. Pero los segundos han quedado atrapados en esa lógica autodestructiva. En algunos círculos del progresismo existe una apropiación selectiva de la agenda de cambio, donde el fácil discurso acerca de mejorar la distribución del ingreso viene acompañado por las advertencias sobre la necesidad de prudencia fiscal.
La ortodoxia defiende y pretende aplicar las tradicionales políticas contractivas encaminadas a reducir el gasto público, restringir el crédito y la liquidez, y presionar para que se concrete una reducción generalizada de los salarios. Axel Kicillof señala en Fundamentos de la Teoría General. Las consecuencias teóricas de Lord Keynes que “tanto en un contexto de inflación como de alta desocupación, la contracción es la panacea de la ortodoxia, porque supone que cuando el mercado actúa por sí mismo es infalible; de modo que la respuesta consiste en evitar toda intromisión en sus mecanismos”. En referencia a otro momento histórico, pero que se hace presente en el actual debate sobre el sendero futuro de la economía local, Kicillof destaca que “Keynes, en cambio, consideraba que todos estos intentos ortodoxos estaban, en el fondo, dirigidos a restaurar las condiciones económicas del pasado, haciendo caso omiso a las transformaciones recientes”. Y agrega, como si estuviera participando de las polémicas de estos días, que “para Keynes, por el contrario, la renovada capacidad del Estado para intervenir en la economía no debe tomarse como una malformación ni como una desgracia, sino que es uno de los productos genuinos e irreversibles del proceso de transformación económica”.
La corriente heterodoxa tiene el desafío de eludir el vicio ortodoxo del ajuste y reconvertirlo en una lógica de la expansión para no afectar los ingresos de los sectores vulnerables de la sociedad. La idea sencilla que ha pasado a ser un activo del sentido común es que ante las crisis se requiere apretar los cinturones. Fajas que son elegidas por los conservadores entre los grupos sociales más frágiles. En esa corriente se encienden entonces luces de alerta ante la merma del superávit fiscal, como si ese menor excedente fuera un síntoma de debilidad. Ese tipo de evaluación está contaminado por la concepción neoliberal de la economía. Ante la extraordinaria crisis internacional que ha impactado a nivel doméstico, aunque con menor intensidad que en otros países, se requiere de una estrategia de expansión descartando la del ajuste. La disminución del superávit fiscal es una medida prudente y compensadora para amortiguar los efectos negativos de la desaceleración de la actividad. Se trata de una política anticíclica, como reclaman economistas de vertientes diversas. Sin embargo, la reducción de ese superávit ha sido presentada por la ortodoxia como un factor preocupante y perturbador de la estabilidad. Incluso representantes de la administración kirchnerista han realizado esfuerzos mayúsculos para mostrar que las cuentas públicas siguen manteniendo superávit robustos.
Dentro de los estrechos márgenes de autonomía que ofrece una economía periférica, con traumáticos antecedentes de crisis recurrentes y aun con compromisos de deuda abultados, en un escenario con escaso acceso al crédito internacional, el superávit es una herramienta de política económica que busca ampliar esos estrictos límites. De todos modos, en períodos de transición para enfrentar coletazos de la crisis global y con considerables reservas en el Banco Central, la obsesión por preservar el superávit fiscal resulta tributaria a la concepción del ajuste. Por el contrario, la noción de expansión apunta a constituir un círculo virtuoso de crecimiento y en consecuencia de mayores ingresos que permiten justamente consolidar la solvencia fiscal. De ese modo se abre la posibilidad de ampliar los espacios de autonomía de la política económica.
El temor que algunos economistas heterodoxos les tienen a las críticas del pensamiento convencional no les permite romper con la hegemonía de la economía ortodoxa. Es cierto que el poder junto a sus voceros de la city, acompañados con entusiasmo por la cadena nacional de medios privados, resulta asfixiante. Pero, en realidad, quienes deberían estar con escasa capacidad respiratoria son los amantes del ajuste. Su pócima ya fue probada con desastrosos efectos sobre la mayoría, y a la vez se ha derrumbado su paradigma neoliberal con la caída del Muro de Wall Street. Dejar que la crisis y las vías para enfrentarla sean explicadas por los mismos que provocaron semejante desastre económico global sería un pecado de elevado costo para el pensamiento progresista. Para ello, además de pasar a ocupar el centro del escenario con convicciones firmes, se requiere apostar por la política de la expansión enterrando la idea del ajuste.
http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-126577-2009-06-13.html
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Domingo, 4 de diciembre de 2011 | Hoy
ECONOMIA › OPINION
Obsesión por el ajuste
Por Alfredo Zaiat
El mundo de la ortodoxia económica se incomoda cuando se mencionan ciertos parecidos del ciclo de deterioro de las economías europeas con el proceso que precipitó la gran debacle argentina de 2001. Si aceptaran la existencia de rasgos similares tendrían que admitir la inconsistencia de sus análisis, estimaciones y propuestas, pasadas y presentes. Por ese motivo, disimulan las políticas que profundizan la caída de la Eurozona, que son el compendio de un ajuste fiscal recesivo, para poder mantener en pie su propia prédica en el espacio público local. Prefieren eludir detalles de la delicada situación europea porque la estrategia antiinflacionaria obsesiva del Banco Central Europeo y la inflexibilidad fiscal alemana es lo mismo que ponderaban en los noventa, con resultados sabidos, y que con adaptaciones discursivas proponen ahora para la economía argentina. Por eso les genera excitación la palabra “ajuste”, reiterada con entusiasmo ante cualquier medida vinculada a la economía, tanto por lo que se hace como por lo que debería hacerse. Es notable semejante devoción para convocar de ese modo a la crisis. Van transitando el escenario económico como pastores electrónicos captando interlocutores variados, que repiten sus frases y pronósticos como verdades irrebatibles pese a que desde hace años la realidad no se ha acomodado a sus deseos.
Todo lo relacionan a la necesidad de un “ajuste” porque están convencidos de que puede haber un modelo en equilibrio, que da cuenta de su existencia sólo en el mundo académico de papers y libros teóricos. Como en realidad la economía se mueve en desequilibrios permanentes por la intervención de fuerzas sociales y políticas, el ajuste pasa a ser inherente a lo que consideran una gestión “profesional” de la economía. Como esa concepción es propia de la corriente de pensamiento neoclásico, conocida como neoliberal en forma masiva, el principio básico del ajuste recae siempre sobre los sectores más vulnerables de la sociedad. Es recomendable entonces la prudencia cuando se hace referencia a modelos y ajuste por parte de la heterodoxia.
Diez años pasaron del anuncio del corralito, la estafa institucional a la confianza de los ahorristas más impactante de la historia bancaria argentina. Esa medida, como otras anteriores, tenía el objeto de salvar la convertibilidad, régimen que a esa altura preservaba los intereses de bancos y multinacionales. No había límites políticos, sociales y económicos tras la misión de mantener la paridad cambiaria 1 a 1. Reducción de salarios y jubilaciones, aumento de impuestos, disminución del gasto público y reestructuración de deuda ruinosa para las finanzas públicas (megacanje), entre las principales iniciativas. La austeridad fiscal y monetaria prometía recuperar el sendero de crecimiento y estabilidad. Fue el ajuste en su máxima expresión. Ahora es lo mismo que afirman los líderes de la Eurozona para salir de la crisis, que se traduce en salvar bancos como principal y único objetivo.
Como pasó en el mercado argentino, aunque a una velocidad más suave, la fuga de depósitos en los bancos europeos se mantiene constante. Según datos del Banco Central Europeo, los bancos griegos contabilizaron en octubre un retroceso del 3,6 por ciento respecto al mes anterior, al sumar 182.500 millones de euros, monto que resulta un 15,4 por ciento inferior al de hace un año. En el caso de España, los depósitos bajaron 1,4 por ciento en ese mes respecto a septiembre, y en Irlanda, un 1,0 por ciento menos que en septiembre y un 5,3 por ciento por debajo de los registrados el mismo mes de 2010. El descalabro político y financiero en Italia no impactó en sus bancos, que no sufrieron pérdidas de depósitos en octubre. Además de que los ahorristas de esos países en crisis no registran traumas pasados como los padecidos por los argentinos, en Europa y en Estados Unidos, economías que se mueven a los tumbos desde 2008, no se ha instaurado un corralito bancario porque tienen el beneficio de imprimir moneda (euros y dólares) de aceptación global, fondos que fueron a brindar liquidez a las entidades para que puedan devolver los depósitos.
La posición ortodoxa del Banco Central Europeo y de Alemania, como potencia dominante del continente, es que la crisis se debe a la irresponsabilidad fiscal de los países de la Eurozona. Paul Krugman escribió el viernes en The New York Times que se insiste en que el problema es que los países deudores están gastando demasiado, pero “el verdadero problema es que el gasto es muy poco en el conjunto de Europa”. En su columna “Matar al Euro”, Krugman explica que la combinación de austeridad fiscal y una banca central obsesionada con la inflación hace que sea prácticamente imposible para los países endeudados salir de su trampa de la deuda y, por tanto, de la cesación de pagos, corridas bancarias y colapso financiero general. Señala que el problema no es fiscal, sino de endeudamiento, y que el ajuste no rescata a las economías sino que profundiza la crisis por la recesión que provoca y, por lo tanto, agudiza la situación de la deuda, de los países y del sector privado.
El estado patrimonial de los bancos, debilitado precisamente por el ajuste fiscal recesivo, es el eslabón débil de la Eurozona. Este fue el motivo para presentar otro acuerdo global de las principales bancas centrales del mundo, disponiendo líneas de asistencia a bajo costo para las entidades financieras. Un reciente documento del BCRA, incluido en el Boletín de Estabilidad Financiera del segundo semestre de este año, se ocupa de los bancos europeos. Advierte que la crisis de la deuda soberana en Europa generó una creciente incertidumbre con respecto a la situación de los bancos en la región. Para los principales bancos europeos, la exposición neta a deuda soberana de Grecia, Irlanda y Portugal es por casi 136.000 millones de euros, mientras que la exposición neta a deuda soberana de España e Italia es por más de 260.000 millones y 280.000 millones de euros, respectivamente. El delicado panorama de los bancos se debe a que muestran vulnerabilidades en términos de su activo como de su pasivo. Respecto del primero, por la exposición a títulos públicos con fuerte deterioro, con posibilidad de default, y potencial impacto de un menor crecimiento en la región sobre la cartera de préstamos. Y sobre el segundo, por la alta dependencia de las entidades al fondeo mayorista, muy sensible a las condiciones generales del mercado financiero global. Más del 40 por ciento del fondeo de los bancos europeos corresponde a fuentes mayoristas, incluyendo el mercado interbancario, el financiamiento del BCE y la colocación de instrumentos de deuda. Aunque subsisten diferencias entre los sistemas bancarios de los países de la zona y entre entidades dentro de cada sistema, “en los últimos meses se observa un incremento en el riesgo percibido para el conjunto de los bancos”, se indica en el informe. Para agregar que, en este contexto, y dada la interconexión de los bancos entre sí y de los mercados financieros en general, “se mantiene la preocupación con respecto a la estabilidad financiera en Europa y al eventual impacto de esta situación en la economía mundial”.
http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-182630-2011-12-04.html
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Sábado, 12 de enero de 2013 | Hoy
ECONOMIA › PANORAMA ECONOMICO
Austericidio
Por Alfredo Zaiat
El Fondo Monetario Internacional recomienda fuertes ajustes fiscales en los países europeos periféricos. Sendero que apoyan la Unión Europea y el Banco Central Europeos, instituciones dominadas por el líder continental, Alemania. Los políticos de gobiernos débiles acechados por corridas financieras aceptan implementar los recortes del gasto en sectores sensibles, al tiempo que incrementan la deuda pública hasta niveles cercanos al default para salvar de la quiebra a los bancos. Las protestas de indignados por la reducción de programas sociales y eliminación de derechos laborales se extienden en España, Grecia, Italia, Portugal, países que cumplen con el plan sugerido por el FMI. El discurso oficial señala que el camino del sacrificio es el único posible para superar la crisis, prometiendo que la reducción del gasto público generará confianza en la inversión privada para rescatar a la economía del estancamiento. Después de cinco años del estallido de la crisis internacional con la caída de Lehman Brothers y el colapso de los créditos subprime en Estados Unidos, y de tres años de aplicar los europeos la receta del ajuste fiscal, el FMI reconoce que se equivocó. Una vez más. Admitió que los desmesurados recortes del gasto público y suba de impuestos en lugar de derrotar a la recesión, la profundizó.
La experiencia latinoamericana en los ‘90, con Argentina como el alumno más fiel del FMI y, por ese motivo, el país del mayor descalabro político, económico y social de ese período, era un antecedente potente. Como no hubo autocrítica de esa etapa y, por el contrario, continúa el hostigamiento a una política económica alejada de sus postulados ortodoxos, el Fondo ha vuelto a tropezar con la misma piedra. En cambio, ahora sí ha habido un reconocimiento temprano de sus errores.
Dos de sus economistas más importantes, Olivier Blanchard, economista jefe de la institución, y Daniel Leigh presentaron la semana pasada Growth Forecast Errors and Fiscal Multipliers (“Errores en las previsiones de crecimiento y multiplicadores fiscales”). El estudio evalúa el efecto de la disminución del gasto y el alza de impuestos en la actividad económica. La idea del “multiplicador” consiste en estimar cuánto de 1 peso gastado impacta en forma incremental en el crecimiento económico. O, en sentido contrario, cuál es el efecto de la reducción de 1 peso del gasto público en la actividad económica.
El concepto de multiplicador es típicamente keynesiano. Joaquín Estefanía explica en una columna de opinión en El País de Madrid (“Errores que llevan al sufrimiento”) que esa idea la desarrolló el colaborador de Keynes, Richard Kahn, que durante los años ‘30 fue uno de los pocos economistas que formaron parte del “Circus de Cambridge”, junto a Piero Sraffa, Joan Robinson, Austin Robinson, James Meade y el propio Keynes. Kahn trabajó en el multiplicador del empleo y la inversión (que Keynes incorporó a su teoría general), un coeficiente que vinculaba el incremento en la inversión pública con el aumento de los puestos de trabajo que se creaban.
La ortodoxia desconoce con entusiasmo la historia económica, como la Depresión del ‘30 del siglo pasado o la experiencia traumática argentina, e insiste con la propuesta del ajuste fiscal para rescatar a economías de la recesión. Es lo que ha hecho el FMI, y los países europeos periféricos que siguieron sus recomendaciones con resultados desastrosos. Son tan evidentes los descalabros sociolaborales del ajuste que economistas del FMI admitieron en ese documento que “hemos encontrado que los autores de aquellos pronósticos del Fondo subestimaron significativamente el incremento en el desempleo, la caída en el consumo privado y la inversión asociados a la consolidación fiscal”. “Consolidación”, eufemismo de “ajuste”. Una primera aproximación a esa autocrítica se desarrolló en la Asamblea Anual conjunta del FMI-Banco Mundial, en Tokio en octubre pasado, cuando la titular del Fondo, Christine Lagarde, sin traicionar la política de austeridad, afirmó que es conveniente dar “más tiempo” al ajuste y no exigirlo en forma inmediata, como pide Alemania.
Ese leve sesgo reformista dentro de la ortodoxia de revisar el impacto del ajuste y de dar más tiempo para llevarlo a cabo tiene la resistencia de la ortodoxia fundamentalista representada por Alemania. Su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, salió al cruce de la nueva posición del Fondo al afirmar que “cuando hay un objetivo a medio plazo, no crea confianza que uno empiece a ir en dirección contraria. Cuando quieres subir una montaña alta y empiezas a descender, luego la montaña será aún más alta”.
El documento de Blanchard y Leigh, sin desertar de la obsesión ortodoxa en materia fiscal, como aclaran en las conclusiones, se ha rendido a los resultados empíricos del ajuste. Estudiaron más de 30 investigaciones realizadas por diversos economistas de 2008 a 2012 sobre el multiplicador fiscal en medio de una crisis, y en base a datos de 26 países de la Zona Euro concluyeron que el Fondo se equivocó. El FMI creía que el multiplicador fiscal a corto plazo (el efecto sobre la economía del ajuste) era 0,5 (por cada euro público gastado de menos o gravado de más se destruía 0,5 euro de actividad), cuando en realidad el impacto ha sido de 0,9 a 1,7. Es decir, un ajuste de un punto del PIB ha provocado una caída de la economía de 0,9 a 1,7 por ciento. Es decir que el Fondo pensaba que el multiplicador fiscal era 0,5 y con esa presunción ha impuesto las políticas de austeridad. Esto demuestra también que durante décadas no hubo keynesianos en esa institución que siempre subestimó esas políticas, y ahora, ante resultados negativos inapelables, utiliza una de sus herramientas (el multiplicador) para demostrar que estaban equivocados.
La historia del Fondo Monetario Internacional “es, en buena parte, la historia del sufrimiento generado por sus recetas de rigor mortis, aplicadas en cualquier circunstancia a los ciudadanos de numerosos países”, recuerda Estefanía. Menciona que la diferencia con respecto al pasado, cuando esas recomendaciones se ejercían sobre América latina, Asia o Africa, ahora cuando sus destinatarios son los países europeos y, en algún caso, Estados Unidos, si el FMI se equivoca, hace autocrítica. En ese sentido, el informe Blanchard y Leigh observa un aspecto novedoso para los análisis del FMI y sus medidas económicas: señala que es importante considerar las características de cada país para definir la intensidad y tipo de ajuste propuesto. No desaconseja el ajuste sino que observa que tiene que hacerse según las particularidades de cada país, sutileza que no tuvo el FMI en décadas pasadas cuando aconsejaba la misma receta, idéntica, a cualquier economía sin considerar realidades diferentes. Ahora se dieron cuenta de que por esa vía han cometido muchos errores de diagnóstico y de recomendaciones. Admiten que así han profundizado la crisis en España, Italia y Grecia. ¿Qué compensación exigirán esos países por ese error de una institución que supuestamente vela por los intereses de los equilibrios globales?
El pronóstico fallido sobre el impacto del ajuste por parte del FMI en las economías europeas está en línea con sus habituales equivocaciones en las estimaciones de crecimiento de la economía, en especial con las que no siguen sus postulados, como la Argentina. Como los países europeos tienen más peso histórico en esa tecnoburocracia, la reacción ha sido diferente ante el “austericidio” de sus economías, habilitando la pregunta que formula Estefanía: “¿Quién se hace responsable de este error que ha conducido a la doble recesión europea, con los resultados conocidos en materia de desempleo, empobrecimiento masivo y mortandad de centenares de miles de empresas?”. No es una pregunta que sepan responder economistas ortodoxos.
azaiat@pagina12.com.ar
http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-211689-2013-01-12.html
EL PAIS › OPINION
Marca España
Por Alfredo Zaiat
Una economía a la deriva, un gobierno conservador abrumado, un deterioro sociolaboral impactante, un sistema bancario al borde del colapso, una elite empresaria inmune y una política de “austeridad”, como denominan a lo que se conoce como ajuste neoliberal. Esta es hoy la “Marca España”. Un sentido diferente a la presuntuosa propaganda que Mariano Rajoy tiene previsto presentar en el Congreso como sello de calidad que asocie al país con la expansión de sus empresas, a iniciativas culturales y de cooperación en el exterior. La situación de España se encuentra en el mismo punto de desesperación de la de Grecia en 2010. Nuevo gobierno, agresivos recortes presupuestarios, respaldo financiero del Banco Central Europeo, la Comisión Europea (Alemania) y el Fondo Monetario Internacional, protestas sociales, versiones de megapaquetes de rescate para salvar bancos, ataques especulativos sobre su deuda y un default ordenado que se acerca. El recorrido griego ya se conoce, y sólo la Europa dominada por la prepotencia alemana persiste en esa política que hoy tiene a España en la cornisa.
La principal diferencia con el desastre griego es que la clase dirigente política y empresaria en España está padeciendo el síndrome de nuevo rico en quiebra. Ya no son lo que se imaginaban que eran al desmoronarse la economía basada en la especulación inmobiliaria, en servicios financieros y de turismo y en las crecientes ganancias provenientes de la Segunda Conquista de América en los noventa. Esto último es lo único que les queda del modelo tan elogiado por analistas y economistas de la ortodoxia. Las utilidades de las filiales latinoamericanas de las corporaciones españoles son el flotador en medio del naufragio. El Banco Santander, que en 2011 tuvo un beneficio neto 35 por ciento menor al año anterior, contabilizó en Latinoamérica más de la mitad de sus ganancias totales. La española Telefónica, que registró una caída de 69 por ciento en sus utilidades globales por el fuerte ajuste en su país, aumentó en ese mismo período 18 por ciento sus ventas en la región, donde reúne casi 195 millones de clientes y casi la mitad de sus ganancias.
Si bien comparten la reacción de Rajoy en defensa de Repsol, no deja de ser llamativo el prudente silencio de los otros grupos españoles que operan en Argentina. Saben lo relevante que es para sus balances el mercado argentino y no tienen intención de rifarlo en el altar de la indignación. La importancia de los negocios españoles en América latina explica el desborde de la administración Rajoy por la expropiación de acciones de YPF en manos de Repsol. Pero no es sólo por la postura neocolonial del conquistador herido. Existe otro motivo más pedestre. La confusión entre funcionarios del gobierno y empresarios que provoca que la “Marca España” hoy se traduzca “Marca Repsol”.
En esa asociación participan políticos del PP y del PSOE, puesto que en España funciona muy aceitada la famosa “puerta giratoria”, donde se confunden intereses públicos y privados de forma permanente. Funcionarios en puestos clave del gobierno de Rajoy participaron antes en consejos de administración de conglomerados españoles. Cuando dejen el cargo aspiran volver a la actividad privada. El ex presidente del gobierno del PP José María Aznar cobra 200 mil euros anuales como asesor de Endesa, que en Argentina maneja Edesur, entre otras inversiones. El ex presidente del PSOE Felipe González fue contratado por Gas Natural, controlada por Repsol, para que ejerza la tarea de lobbista por 126 mil euros al año. Rodrigo Rato, ex vicepresidente segundo y ministro de Economía, es actual titular de la Caja de Madrid y Bankia (fusión de siete cajas de ahorro), y los ex ministros Eduardo Zaplana, trabaja para Telefónica, y Javier Solana, asesora a la constructora Acciona. La lista es larga de ex funcionarios que hoy son parte de compañías privadas; y de ex ejecutivos de grupos españoles que hoy son funcionarios.
La economía española está siendo conducida a la quiebra por esa nomenklatura. El estallido de la burbuja inmobiliaria dejó al descubierto el disparate de un mercado alimentado por un frenesí crediticio financiado por un sistema bancario sobredimensionado. España logró el record de ser un país con más viviendas construidas que familias. Según datos de la banca central de ese país, 17 millones de familias están registradas y existe un stock de viviendas cercano a las 27 millones. Muchos de los que se endeudaron para comprar sus casas no tienen trabajo, con una tasa de desempleo cercana al 25 por ciento, que se eleva a casi el 50 por ciento en los jóvenes, y no pueden pagar el crédito, de un monto hoy más elevado que el valor actual de la vivienda, que la terminaron perdieron a manos de los bancos. O sea, no tienen trabajo, se quedaron sin casa y con la deuda. Esta es una de las manifestaciones más desastrosa de la economía española. La crisis de la deuda soberana y privada no es la causa de la crisis financiera sino su consecuencia. Al decidir profundizar políticas de austeridad persiguiendo el ilusorio voto de confianza de los mercados se profundiza la recesión, la merma de ingresos fiscales y, por lo tanto, aumenta el endeudamiento, que para renovar sus vencimientos el mercado exige tasas de interés cada vez más elevadas. Así transitan como corderitos obedientes a la insolvencia. La última colocación de deuda del gobierno de España fue a una tasa del 6 por ciento por bonos a 10 años, elevando a una diferencia máxima con la tasa alemana (prima de riesgo), que actúa de referencia en Europa y se ubica en 1,75 por ciento anual para ese plazo.
En ese contexto, la última reunión de Consejos de Ministros decidió agudizar las medidas de ajuste sobre los grupos más vulnerables, en Educación y Salud, por unos 10 mil millones de euros, en un presupuesto general que ya se había recortado en 27.300 millones de euros. En ese mismo encuentro el gobierno de Rajoy anunció represalias comerciales por la expropiación de acciones de YPF al limitar la compra de biodiésel argentino. Es una reacción patética de un gobierno desorientado por su crisis. Pese a la sobreactuación de recortes y más recortes presupuestarios, el nivel de deuda pública y privada es un dato que asfixia a la economía española.
La deuda española era de apenas 36 por ciento del PIB en 2007; se duplicó en cuatro años de crisis, al superar los 590 mil millones de euros. Sumando la deuda privada (familias y empresas) el total asciende a 3,8 billones de euros, el 366 por ciento del PIB. La magnitud de esta deuda la convierte en impagable con una economía en recesión empujada a la depresión con más ajustes fiscales. España se mantiene a flote porque la Unión Europea evalúa que un default de esa deuda tiene un costo mayor para el euro que continuar con la asistencia que le está proporcionando el Banco Central Europeo. Esta entidad se ha convertido en su vehículo de financiamiento al sumar el 10 por ciento del total de la deuda externa, que a fines de 2011 era de 1,8 billón de euros. Además, la banca central española debe 250 mil millones de euros (23 por ciento del PIB) al BCE.
Todo ese dinero fue a financiar a los bancos españoles que están en serios problemas, transitando de una situación de iliquidez a una de insolvencia por el aumento de la morosidad y la acumulación de desvalorizados activos inmobiliarios por la imposibilidad del recobro de los créditos hipotecarios. La asistencia de la banca central a las entidades financieras aumentó de 50 mil a 227 mil millones de dólares de junio del año pasado a marzo de éste.
La “Marca España” tiene más problemas que la “Marca Repsol”.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-192454-2012-04-22.html
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Sábado, 13 de junio de 2009 | Hoy
ECONOMIA › PANORAMA ECONOMICO
Amantes del ajuste
Por Alfredo Zaiat
El concepto de ajuste es uno de los más arraigados en el discurso del pensamiento económico convencional. Parte de la idea de que el mercado define un equilibrio perfecto entre las principales variables. Afirma que la alteración de ese sendero virtuoso requiere entonces de correcciones permanentes para acercarse a ese estadio óptimo de funcionamiento de la economía. Ya se ha probado a lo largo de la historia de la humanidad que la felicidad absoluta no existe. Del mismo modo, también ha quedado demostrado que esa armonía suprema de la economía es una quimera. Sin embargo, la ortodoxia y no pocos heterodoxos, que incluso critican esa visión neoclásica, convalidan esa noción al convertir el ajuste como rector de la política económica. Si el ajuste pasa a ocupar la centralidad de una estrategia es porque se piensa que la economía puede alcanzar equilibrios permanentes. Sin embargo, la realidad es un poco más compleja que los modelos y las identidades básicas que ofrece la ciencia económica. Estas resultan un interesante aporte para ordenar el entendimiento de fenómenos complejos, pero transformarlas en dogmas es una característica distintiva de los amantes del ajuste. Como la economía tiene una tendencia al desequilibrio puesto que es un rasgo distintivo de su propia dinámica, el ajuste es la recomendación insistente de esa corriente de economistas. No están en condiciones de proponer otra vía que no sea la del ajuste porque están en búsqueda de una conciliación general de las variables, aunque se sabe que no existe. Por eso reiteran una y otra vez acerca de la necesidad del ajuste. Su insistencia tiene el respaldo teórico que construye una concepción ideal de la economía, que ha provocado una profunda distorsión en la comprensión y posterior manejo de los problemas que enfrenta esa ciencia. El pensamiento dominante se abraza al fundamentalismo del modelo equilibrio-ajuste, pero en el área de la economía se expresan intereses enfrentados de sectores sociales y que tienen su manifestación en pujas políticas. Si se excluyen esos factores, el esquema lineal del ajuste queda convalidado y para ello no debe haber conflictos sociales ni reclamos sectoriales ni el universo de la política.
En estos días de pasión electoral se presenta una vocación impúdica por el ajuste por parte de los economistas del establish-ment, adelantando lo que ellos consideran el inevitable desenlace del día después. También es cierto que acompañan esa idea algunos heterodoxos y grupos técnicos que habitan despachos oficiales. Los primeros, además de la militancia por las recetas del fracaso en beneficio de unos pocos, pueden utilizar esa herramienta discursiva como estrategia para captar votos. Pero los segundos han quedado atrapados en esa lógica autodestructiva. En algunos círculos del progresismo existe una apropiación selectiva de la agenda de cambio, donde el fácil discurso acerca de mejorar la distribución del ingreso viene acompañado por las advertencias sobre la necesidad de prudencia fiscal.
La ortodoxia defiende y pretende aplicar las tradicionales políticas contractivas encaminadas a reducir el gasto público, restringir el crédito y la liquidez, y presionar para que se concrete una reducción generalizada de los salarios. Axel Kicillof señala en Fundamentos de la Teoría General. Las consecuencias teóricas de Lord Keynes que “tanto en un contexto de inflación como de alta desocupación, la contracción es la panacea de la ortodoxia, porque supone que cuando el mercado actúa por sí mismo es infalible; de modo que la respuesta consiste en evitar toda intromisión en sus mecanismos”. En referencia a otro momento histórico, pero que se hace presente en el actual debate sobre el sendero futuro de la economía local, Kicillof destaca que “Keynes, en cambio, consideraba que todos estos intentos ortodoxos estaban, en el fondo, dirigidos a restaurar las condiciones económicas del pasado, haciendo caso omiso a las transformaciones recientes”. Y agrega, como si estuviera participando de las polémicas de estos días, que “para Keynes, por el contrario, la renovada capacidad del Estado para intervenir en la economía no debe tomarse como una malformación ni como una desgracia, sino que es uno de los productos genuinos e irreversibles del proceso de transformación económica”.
La corriente heterodoxa tiene el desafío de eludir el vicio ortodoxo del ajuste y reconvertirlo en una lógica de la expansión para no afectar los ingresos de los sectores vulnerables de la sociedad. La idea sencilla que ha pasado a ser un activo del sentido común es que ante las crisis se requiere apretar los cinturones. Fajas que son elegidas por los conservadores entre los grupos sociales más frágiles. En esa corriente se encienden entonces luces de alerta ante la merma del superávit fiscal, como si ese menor excedente fuera un síntoma de debilidad. Ese tipo de evaluación está contaminado por la concepción neoliberal de la economía. Ante la extraordinaria crisis internacional que ha impactado a nivel doméstico, aunque con menor intensidad que en otros países, se requiere de una estrategia de expansión descartando la del ajuste. La disminución del superávit fiscal es una medida prudente y compensadora para amortiguar los efectos negativos de la desaceleración de la actividad. Se trata de una política anticíclica, como reclaman economistas de vertientes diversas. Sin embargo, la reducción de ese superávit ha sido presentada por la ortodoxia como un factor preocupante y perturbador de la estabilidad. Incluso representantes de la administración kirchnerista han realizado esfuerzos mayúsculos para mostrar que las cuentas públicas siguen manteniendo superávit robustos.
Dentro de los estrechos márgenes de autonomía que ofrece una economía periférica, con traumáticos antecedentes de crisis recurrentes y aun con compromisos de deuda abultados, en un escenario con escaso acceso al crédito internacional, el superávit es una herramienta de política económica que busca ampliar esos estrictos límites. De todos modos, en períodos de transición para enfrentar coletazos de la crisis global y con considerables reservas en el Banco Central, la obsesión por preservar el superávit fiscal resulta tributaria a la concepción del ajuste. Por el contrario, la noción de expansión apunta a constituir un círculo virtuoso de crecimiento y en consecuencia de mayores ingresos que permiten justamente consolidar la solvencia fiscal. De ese modo se abre la posibilidad de ampliar los espacios de autonomía de la política económica.
El temor que algunos economistas heterodoxos les tienen a las críticas del pensamiento convencional no les permite romper con la hegemonía de la economía ortodoxa. Es cierto que el poder junto a sus voceros de la city, acompañados con entusiasmo por la cadena nacional de medios privados, resulta asfixiante. Pero, en realidad, quienes deberían estar con escasa capacidad respiratoria son los amantes del ajuste. Su pócima ya fue probada con desastrosos efectos sobre la mayoría, y a la vez se ha derrumbado su paradigma neoliberal con la caída del Muro de Wall Street. Dejar que la crisis y las vías para enfrentarla sean explicadas por los mismos que provocaron semejante desastre económico global sería un pecado de elevado costo para el pensamiento progresista. Para ello, además de pasar a ocupar el centro del escenario con convicciones firmes, se requiere apostar por la política de la expansión enterrando la idea del ajuste.
http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-126577-2009-06-13.html
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Domingo, 4 de diciembre de 2011 | Hoy
ECONOMIA › OPINION
Obsesión por el ajuste
Por Alfredo Zaiat
El mundo de la ortodoxia económica se incomoda cuando se mencionan ciertos parecidos del ciclo de deterioro de las economías europeas con el proceso que precipitó la gran debacle argentina de 2001. Si aceptaran la existencia de rasgos similares tendrían que admitir la inconsistencia de sus análisis, estimaciones y propuestas, pasadas y presentes. Por ese motivo, disimulan las políticas que profundizan la caída de la Eurozona, que son el compendio de un ajuste fiscal recesivo, para poder mantener en pie su propia prédica en el espacio público local. Prefieren eludir detalles de la delicada situación europea porque la estrategia antiinflacionaria obsesiva del Banco Central Europeo y la inflexibilidad fiscal alemana es lo mismo que ponderaban en los noventa, con resultados sabidos, y que con adaptaciones discursivas proponen ahora para la economía argentina. Por eso les genera excitación la palabra “ajuste”, reiterada con entusiasmo ante cualquier medida vinculada a la economía, tanto por lo que se hace como por lo que debería hacerse. Es notable semejante devoción para convocar de ese modo a la crisis. Van transitando el escenario económico como pastores electrónicos captando interlocutores variados, que repiten sus frases y pronósticos como verdades irrebatibles pese a que desde hace años la realidad no se ha acomodado a sus deseos.
Todo lo relacionan a la necesidad de un “ajuste” porque están convencidos de que puede haber un modelo en equilibrio, que da cuenta de su existencia sólo en el mundo académico de papers y libros teóricos. Como en realidad la economía se mueve en desequilibrios permanentes por la intervención de fuerzas sociales y políticas, el ajuste pasa a ser inherente a lo que consideran una gestión “profesional” de la economía. Como esa concepción es propia de la corriente de pensamiento neoclásico, conocida como neoliberal en forma masiva, el principio básico del ajuste recae siempre sobre los sectores más vulnerables de la sociedad. Es recomendable entonces la prudencia cuando se hace referencia a modelos y ajuste por parte de la heterodoxia.
Diez años pasaron del anuncio del corralito, la estafa institucional a la confianza de los ahorristas más impactante de la historia bancaria argentina. Esa medida, como otras anteriores, tenía el objeto de salvar la convertibilidad, régimen que a esa altura preservaba los intereses de bancos y multinacionales. No había límites políticos, sociales y económicos tras la misión de mantener la paridad cambiaria 1 a 1. Reducción de salarios y jubilaciones, aumento de impuestos, disminución del gasto público y reestructuración de deuda ruinosa para las finanzas públicas (megacanje), entre las principales iniciativas. La austeridad fiscal y monetaria prometía recuperar el sendero de crecimiento y estabilidad. Fue el ajuste en su máxima expresión. Ahora es lo mismo que afirman los líderes de la Eurozona para salir de la crisis, que se traduce en salvar bancos como principal y único objetivo.
Como pasó en el mercado argentino, aunque a una velocidad más suave, la fuga de depósitos en los bancos europeos se mantiene constante. Según datos del Banco Central Europeo, los bancos griegos contabilizaron en octubre un retroceso del 3,6 por ciento respecto al mes anterior, al sumar 182.500 millones de euros, monto que resulta un 15,4 por ciento inferior al de hace un año. En el caso de España, los depósitos bajaron 1,4 por ciento en ese mes respecto a septiembre, y en Irlanda, un 1,0 por ciento menos que en septiembre y un 5,3 por ciento por debajo de los registrados el mismo mes de 2010. El descalabro político y financiero en Italia no impactó en sus bancos, que no sufrieron pérdidas de depósitos en octubre. Además de que los ahorristas de esos países en crisis no registran traumas pasados como los padecidos por los argentinos, en Europa y en Estados Unidos, economías que se mueven a los tumbos desde 2008, no se ha instaurado un corralito bancario porque tienen el beneficio de imprimir moneda (euros y dólares) de aceptación global, fondos que fueron a brindar liquidez a las entidades para que puedan devolver los depósitos.
La posición ortodoxa del Banco Central Europeo y de Alemania, como potencia dominante del continente, es que la crisis se debe a la irresponsabilidad fiscal de los países de la Eurozona. Paul Krugman escribió el viernes en The New York Times que se insiste en que el problema es que los países deudores están gastando demasiado, pero “el verdadero problema es que el gasto es muy poco en el conjunto de Europa”. En su columna “Matar al Euro”, Krugman explica que la combinación de austeridad fiscal y una banca central obsesionada con la inflación hace que sea prácticamente imposible para los países endeudados salir de su trampa de la deuda y, por tanto, de la cesación de pagos, corridas bancarias y colapso financiero general. Señala que el problema no es fiscal, sino de endeudamiento, y que el ajuste no rescata a las economías sino que profundiza la crisis por la recesión que provoca y, por lo tanto, agudiza la situación de la deuda, de los países y del sector privado.
El estado patrimonial de los bancos, debilitado precisamente por el ajuste fiscal recesivo, es el eslabón débil de la Eurozona. Este fue el motivo para presentar otro acuerdo global de las principales bancas centrales del mundo, disponiendo líneas de asistencia a bajo costo para las entidades financieras. Un reciente documento del BCRA, incluido en el Boletín de Estabilidad Financiera del segundo semestre de este año, se ocupa de los bancos europeos. Advierte que la crisis de la deuda soberana en Europa generó una creciente incertidumbre con respecto a la situación de los bancos en la región. Para los principales bancos europeos, la exposición neta a deuda soberana de Grecia, Irlanda y Portugal es por casi 136.000 millones de euros, mientras que la exposición neta a deuda soberana de España e Italia es por más de 260.000 millones y 280.000 millones de euros, respectivamente. El delicado panorama de los bancos se debe a que muestran vulnerabilidades en términos de su activo como de su pasivo. Respecto del primero, por la exposición a títulos públicos con fuerte deterioro, con posibilidad de default, y potencial impacto de un menor crecimiento en la región sobre la cartera de préstamos. Y sobre el segundo, por la alta dependencia de las entidades al fondeo mayorista, muy sensible a las condiciones generales del mercado financiero global. Más del 40 por ciento del fondeo de los bancos europeos corresponde a fuentes mayoristas, incluyendo el mercado interbancario, el financiamiento del BCE y la colocación de instrumentos de deuda. Aunque subsisten diferencias entre los sistemas bancarios de los países de la zona y entre entidades dentro de cada sistema, “en los últimos meses se observa un incremento en el riesgo percibido para el conjunto de los bancos”, se indica en el informe. Para agregar que, en este contexto, y dada la interconexión de los bancos entre sí y de los mercados financieros en general, “se mantiene la preocupación con respecto a la estabilidad financiera en Europa y al eventual impacto de esta situación en la economía mundial”.
http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-182630-2011-12-04.html
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Sábado, 12 de enero de 2013 | Hoy
ECONOMIA › PANORAMA ECONOMICO
Austericidio
Por Alfredo Zaiat
El Fondo Monetario Internacional recomienda fuertes ajustes fiscales en los países europeos periféricos. Sendero que apoyan la Unión Europea y el Banco Central Europeos, instituciones dominadas por el líder continental, Alemania. Los políticos de gobiernos débiles acechados por corridas financieras aceptan implementar los recortes del gasto en sectores sensibles, al tiempo que incrementan la deuda pública hasta niveles cercanos al default para salvar de la quiebra a los bancos. Las protestas de indignados por la reducción de programas sociales y eliminación de derechos laborales se extienden en España, Grecia, Italia, Portugal, países que cumplen con el plan sugerido por el FMI. El discurso oficial señala que el camino del sacrificio es el único posible para superar la crisis, prometiendo que la reducción del gasto público generará confianza en la inversión privada para rescatar a la economía del estancamiento. Después de cinco años del estallido de la crisis internacional con la caída de Lehman Brothers y el colapso de los créditos subprime en Estados Unidos, y de tres años de aplicar los europeos la receta del ajuste fiscal, el FMI reconoce que se equivocó. Una vez más. Admitió que los desmesurados recortes del gasto público y suba de impuestos en lugar de derrotar a la recesión, la profundizó.
La experiencia latinoamericana en los ‘90, con Argentina como el alumno más fiel del FMI y, por ese motivo, el país del mayor descalabro político, económico y social de ese período, era un antecedente potente. Como no hubo autocrítica de esa etapa y, por el contrario, continúa el hostigamiento a una política económica alejada de sus postulados ortodoxos, el Fondo ha vuelto a tropezar con la misma piedra. En cambio, ahora sí ha habido un reconocimiento temprano de sus errores.
Dos de sus economistas más importantes, Olivier Blanchard, economista jefe de la institución, y Daniel Leigh presentaron la semana pasada Growth Forecast Errors and Fiscal Multipliers (“Errores en las previsiones de crecimiento y multiplicadores fiscales”). El estudio evalúa el efecto de la disminución del gasto y el alza de impuestos en la actividad económica. La idea del “multiplicador” consiste en estimar cuánto de 1 peso gastado impacta en forma incremental en el crecimiento económico. O, en sentido contrario, cuál es el efecto de la reducción de 1 peso del gasto público en la actividad económica.
El concepto de multiplicador es típicamente keynesiano. Joaquín Estefanía explica en una columna de opinión en El País de Madrid (“Errores que llevan al sufrimiento”) que esa idea la desarrolló el colaborador de Keynes, Richard Kahn, que durante los años ‘30 fue uno de los pocos economistas que formaron parte del “Circus de Cambridge”, junto a Piero Sraffa, Joan Robinson, Austin Robinson, James Meade y el propio Keynes. Kahn trabajó en el multiplicador del empleo y la inversión (que Keynes incorporó a su teoría general), un coeficiente que vinculaba el incremento en la inversión pública con el aumento de los puestos de trabajo que se creaban.
La ortodoxia desconoce con entusiasmo la historia económica, como la Depresión del ‘30 del siglo pasado o la experiencia traumática argentina, e insiste con la propuesta del ajuste fiscal para rescatar a economías de la recesión. Es lo que ha hecho el FMI, y los países europeos periféricos que siguieron sus recomendaciones con resultados desastrosos. Son tan evidentes los descalabros sociolaborales del ajuste que economistas del FMI admitieron en ese documento que “hemos encontrado que los autores de aquellos pronósticos del Fondo subestimaron significativamente el incremento en el desempleo, la caída en el consumo privado y la inversión asociados a la consolidación fiscal”. “Consolidación”, eufemismo de “ajuste”. Una primera aproximación a esa autocrítica se desarrolló en la Asamblea Anual conjunta del FMI-Banco Mundial, en Tokio en octubre pasado, cuando la titular del Fondo, Christine Lagarde, sin traicionar la política de austeridad, afirmó que es conveniente dar “más tiempo” al ajuste y no exigirlo en forma inmediata, como pide Alemania.
Ese leve sesgo reformista dentro de la ortodoxia de revisar el impacto del ajuste y de dar más tiempo para llevarlo a cabo tiene la resistencia de la ortodoxia fundamentalista representada por Alemania. Su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, salió al cruce de la nueva posición del Fondo al afirmar que “cuando hay un objetivo a medio plazo, no crea confianza que uno empiece a ir en dirección contraria. Cuando quieres subir una montaña alta y empiezas a descender, luego la montaña será aún más alta”.
El documento de Blanchard y Leigh, sin desertar de la obsesión ortodoxa en materia fiscal, como aclaran en las conclusiones, se ha rendido a los resultados empíricos del ajuste. Estudiaron más de 30 investigaciones realizadas por diversos economistas de 2008 a 2012 sobre el multiplicador fiscal en medio de una crisis, y en base a datos de 26 países de la Zona Euro concluyeron que el Fondo se equivocó. El FMI creía que el multiplicador fiscal a corto plazo (el efecto sobre la economía del ajuste) era 0,5 (por cada euro público gastado de menos o gravado de más se destruía 0,5 euro de actividad), cuando en realidad el impacto ha sido de 0,9 a 1,7. Es decir, un ajuste de un punto del PIB ha provocado una caída de la economía de 0,9 a 1,7 por ciento. Es decir que el Fondo pensaba que el multiplicador fiscal era 0,5 y con esa presunción ha impuesto las políticas de austeridad. Esto demuestra también que durante décadas no hubo keynesianos en esa institución que siempre subestimó esas políticas, y ahora, ante resultados negativos inapelables, utiliza una de sus herramientas (el multiplicador) para demostrar que estaban equivocados.
La historia del Fondo Monetario Internacional “es, en buena parte, la historia del sufrimiento generado por sus recetas de rigor mortis, aplicadas en cualquier circunstancia a los ciudadanos de numerosos países”, recuerda Estefanía. Menciona que la diferencia con respecto al pasado, cuando esas recomendaciones se ejercían sobre América latina, Asia o Africa, ahora cuando sus destinatarios son los países europeos y, en algún caso, Estados Unidos, si el FMI se equivoca, hace autocrítica. En ese sentido, el informe Blanchard y Leigh observa un aspecto novedoso para los análisis del FMI y sus medidas económicas: señala que es importante considerar las características de cada país para definir la intensidad y tipo de ajuste propuesto. No desaconseja el ajuste sino que observa que tiene que hacerse según las particularidades de cada país, sutileza que no tuvo el FMI en décadas pasadas cuando aconsejaba la misma receta, idéntica, a cualquier economía sin considerar realidades diferentes. Ahora se dieron cuenta de que por esa vía han cometido muchos errores de diagnóstico y de recomendaciones. Admiten que así han profundizado la crisis en España, Italia y Grecia. ¿Qué compensación exigirán esos países por ese error de una institución que supuestamente vela por los intereses de los equilibrios globales?
El pronóstico fallido sobre el impacto del ajuste por parte del FMI en las economías europeas está en línea con sus habituales equivocaciones en las estimaciones de crecimiento de la economía, en especial con las que no siguen sus postulados, como la Argentina. Como los países europeos tienen más peso histórico en esa tecnoburocracia, la reacción ha sido diferente ante el “austericidio” de sus economías, habilitando la pregunta que formula Estefanía: “¿Quién se hace responsable de este error que ha conducido a la doble recesión europea, con los resultados conocidos en materia de desempleo, empobrecimiento masivo y mortandad de centenares de miles de empresas?”. No es una pregunta que sepan responder economistas ortodoxos.
azaiat@pagina12.com.ar
http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-211689-2013-01-12.html